De
Celedonio
de la Higuera
El escenario representa una sacristía que también hace las
veces de despacho parroquial. En el centro hay una mesa grande que permitirá
que, en su momento, Fabián se coloque debajo. Sobre la mesa estará la maleta o
la bolsa de viaje abierta. También habrá algunas sillas y un sillón con brazos..
En un lugar visible de la pared debe haber una foto del papa, en el centro un
crucifijo presidiendo la habitación. Si es posible también debe haber un mueble
cajonero y un armario. No puede faltar alguna repisa con libros. Habrá una
puerta que comunica con la iglesia y la casa parroquial y otra que da
directamente a la calle.
Al levantarse el telón aparece FABIAN, un sacerdote algo
mayor y muy conservador, vestido de sotana. Estará andando a gatas por la
habitación mirando el suelo de forma muy detallada. Está claro que está
buscando algo. A medida que va buscando se coloca debajo de la mesa y en ese
momento entra por la puerta de la calle ANGUSTIAS, que es una monja más joven
pero también muy anticuada, vestida con un hábito negro, cuánto más antiguo
resulte mejor, lleva en la mano un rosario.)
ANGUSTIAS.- Don Fabián, ¿dónde está
usted? (se dirige hacia la mesa mirando de un lado a otro. En
ese momento Fabián sale de la mesa y ANGUSTIAS tropieza con él cayéndose al
suelo de forma estrepitosa y tirando el rosario que lleva en la mano) Ay,
Dios mío, pero ¿se puede saber qué hace usted por los suelos, don Fabián?
FABIÁN.- Ay, hermana Angustias, perdona.
Es que, cómo ya tengo guardado en la maleta el aparato de la sordera, no me he
dado cuenta de que habías entrado. Ayúdame a encontrar una lentilla, que cuando
las estaba guardando en la maleta se me ha caído y ha salido rodando. Y con la
vista tan mala que tengo, por más que la busco no la encuentro por ninguna
parte.
(Angustias se pone también a buscar andando a gatas y toda
la conversación que sigue se mantiene mientras están buscando la lentilla)
ANGUSTIAS.- Vaya, pues a mí también se
me han salido las cuentas del rosario y están todas desparramadas por el suelo.
FABIÁN.- Bueno, pero las cuentas del
rosario las puedes buscar en otra ocasión, que dentro de un momento viene a
recogerme mi sobrino con el coche y no quiero hacerle esperar. Así que busca la
lentilla a ver si la encontramos antes de que llegue.
ANGUSTIAS.- Pero ¿no va usted a esperar
a que llegue el nuevo párroco? Tendrá que indicarle el funcionamiento de la
parroquia.
(Fabián se para y pone cara de circunstancias)
FABIÁN.- Mira, hermana, yo creo que tú
sabrás explicárselo todo muy bien. Si te digo la verdad, es que no quiero
verlo. Prefiero estar muy lejos de aquí cuando él llegue.
ANGUSTIAS.- ¿Pero qué está diciendo?
Permítame que le diga que eso no me parece bien.
FABIÁN.- Ya sé que no está bien. Pero
es que… es un cura de estos muy modernos y yo no me entiendo con él. Tú se lo
explicas todo ya que vas a tener que formar equipo con él. Y que Dios te coja
confesada. (Se santigua. Angustias se
detiene extrañada, luego sigue buscando)
ANGUSTIAS.- ¿Sabe lo que le digo? Que
los curas sabéis mucha teología, sois muy buenos predicadores, pero al final…
¡¡¡¡Hombres!!!! Qué digo hombres, chiquillos, como todos los hombres… mira que
estar pendientes de si uno es más antiguo o más moderno. Vivir para ver. ¡Ya lo
tengo!
FABIÁN.- ¿Has encontrado la lentilla?
ANGUSTIAS.- La lentilla no, pero he
recogido todas las cuentas del rosario.
FABIÁN.- Pero ¿Has estado buscando el
rosario? Ayúdame a encontrar la lentilla por favor, que quiero salir de aquí
cuanto antes.
ANGUSTIAS.- Si yo estoy buscando la
lentilla, padre, lo que pasa es que mientras he buscado por aquí y he buscado
por allí he ido encontrando las cuentas del rosario y también las he ido
recogiendo, no las iba a dejar tiradas; y por eso ya he conseguido reunirlas
todas pero, por supuesto que voy a seguir buscando la lentilla, puede estar
usted tranquilo que yo…
FABIÁN.- Bueno, no hables tanto y sigue
buscando. Que las monjas sois todas también muy buenas chicas, muy piadosas y
muy entregadas, pero al final…. ¡¡¡mujeres!!! Y, como todas, unas cotorras. Que
empezáis a hablar y no hay quien os pare.
ANGUSTIAS.- Anda, mira quién fue a
hablar de cotorras.
FABIÁN.- ¿Qué tienes que decir de mí?
ANGUSTIAS.- No es que tenga que decir
nada de usted. Pero, el domingo estuvo hablando durante cuarenta y siete
minutos en la homilía. Si es que eso era una homilía.
FABIÁN.- ¡Vaya! Ahora resulta que me
llevas la cuenta de lo que dura la homilía.
ANGUSTIAS.- Tampoco es eso, padre. Lo
que pasa es que cuando usted se excede de los veinticinco minutos a los que nos
tiene acostumbrados, que ya es tenernos acostumbrados a pasarse, pues ya sabe…
la gente se pone nerviosa, empiezan a toser, miran el reloj, suspiran… y el
domingo, durante su homilía tuvimos un auténtico concierto de suspiros y toses.
FABIÁN.- Bueno, es verdad que me
sobrepasé. Pero también hay que comprenderlo, era mi última misa en santa
Eduarda, y me tenía que despedir de la gente. ¿O es que querías que me fuera
así como así, sin decir nada?
ANGUSTIAS.- Si todo el mundo entiende
que se despida usted de la gente. Eso nadie lo pone en duda. Pero, por ejemplo,
¿qué falta hacía que usted le dijera a don Antonio que tenga cuidado cuando
llegue el frío y que se ponga la bufanda y el sombrero?
FABIÁN.- Es que don Antonio es muy
mayor y tiene que andarse con cuidado. Con la edad que tiene, como no se cuide,
al menor resfriado que pille nos pega el susto.
ANGUSTIAS.- También le dijo usted a
Pepito que sea aplicado y que haga los deberes antes de salir a jugar a la calle…
FABIÁN.- Pepito es muy buen chico y
¿quién sabe? a lo mejor algún día puede ser sacerdote. Pero tiene que portarse
bien para sacar sus estudios…
ANGUSTIAS.- Sí, sí. A Loli le dijo
usted que no deje las clases de guitarra…
FABIÁN.- Bueno, no me negarás que Loli
tiene mucho talento. Como deje las clases de guitarra…
ANGUSTIAS.- Pero es que estuvo así
usted durante cuarenta y siete minutos, dándole consejos a todo el mundo, como
si la gente no supiera lo que tiene que hacer, y del Evangelio no dijo usted ni
una palabra.
FABIÁN.- El Evangelio está muy claro y
la gente lo comprende muy bien. Lo que hace falta es hablar de cosas concretas.
ANGUSTIAS.- Pero para los casos
particulares lo que tiene usted que hacer es hablar con ellos personalmente.
Porque en la misa…
FABIÁN.- ¡Mira! A mí no me tienes que
decir tú lo que tengo que hacer en la misa. Yo soy sacerdote y conozco
perfectamente mi obligación.
(Al llegar a este punto de la conversación, Angustias se
habrá colocado junto a la puerta que comunica con la calle, de modo que cuando
entre Pepito tropiece con ella y caiga también al suelo de forma estrepitosa
desparramando sus caramelos.)
(Entra Pepito)
PEPITO.- Hola Padre, le traigo (tropezón y caída estrepitosa) Ahhh. Se
me han caído todos los caramelitos. Es que mi mamá me ha dicho.., esto… mira
llévale estos caramelitos a don Fabián que siempre se marea en los viajes… y yo
se los traía para que los fuese chupando durante el viaje.
FABIÁN.- Muchas gracias Pepito. Tú y tu
mamá sois muy buenos. Anda, ayúdame ahora a encontrar una lentilla.
PEPITO.- ¿Una qué?
FABIÁN.- Una lentilla.
PEPITO.- Pero si yo no sé lo que es
eso.
ANGUSTIAS.- Es como un plástico redondo
que don Fabián se pone en los ojos para no tener que llevar gafas. A ver si tú
la encuentras.
PEPITO.- Pero es que también se me han
caído todos los caramelos.
FABIÁN.- Bueno, luego recoges los
caramelos. Ahora ayúdame a encontrar la lentilla que está a punto de llegar mi
sobrino con el coche.
PEPITO.- Pero es que si viene su
sobrino con el coche y se va usted con él pero no se lleva los caramelos que le
he traído, entonces, cuando lleve un rato, lo más seguro es que se va usted a
marear, que yo sé que hay muchas curvas. Y yo le he traído los caramelos para
que no se vaya usted a marear…
FABIÁN.- Anda, cállate y busca lo que
te dé la gana.
PEPITO.- Pero no se ponga usted así,
que yo lo decía por su bien.
FABIÁN.- ¡A callar!
ANGUSTIAS.- Anda, recoge los caramelos
y no digas nada que don Fabián se está empezando a poner nervioso.
(Pepito también se pone a buscar por el suelo. Se quedan
callados un momento. Pepito recoge sus caramelos)
PEPITO.- Ya los tengo todos. ¿Me puedo
tomar uno?
FABIÁN.- Claro hombre, tómatelo. Y
ahora sigue a ver si encontramos la lentilla.
PEPITO.- (Se mete un caramelo en la boca y el resto se los lleva a Fabián) Tenga,
don Fabián, guárdeselos en el bolsillo. Verá como así no se marea. (Empieza a hablar con pena, a punto de
echarse a llorar) ¿Ya no va usted a venir más por el pueblo? (Empieza a lloriquear)
FABIÁN.- No lo sé, hijo. (Se mete los caramelos en el bolsillo y
sigue buscando)
PEPITO.- (llorando) Padre, a mí me da mucha pena de que usted se vaya.
FABIÁN.- (También lloriqueando) No te preocupes, muchacho, si yo me voy… (Llorando mucho) me voy muy contento,
¿No ves que voy a ir a una parroquia muy importante? Tengo mucha alegría. (Todo esto lo dice llorando) Vamos a
seguir buscando la lentilla.
ANGUSTIAS.- (Empieza también a llorar) Padre, tiene usted que venir de vez en
cuando a hacernos una visita, que ya nos habíamos acostumbrado a sus riñas y a
sus Homilías de veinticinco minutos…
PEPITO.- (Llorando) Sí, padre, es
verdad. No se olvide usted de nosotros, que en este pueblo lo queremos todos.
FABIÁN.- (Llorando mucho) ¿dónde habrá ido a parar la lentilla?
PEPITO.- ¿Quién me dará collejas cuando
me beba el vino de misa? (De pronto
empieza a ahogarse) Aggggggg. El caramelo tenía un plástico pegado. Agggg.
FABIÁN y ANGUSTIAS.- ¡La lentilla!
(Se levantan los dos y se van hacia Pepito.)
FABIÁN.- ¡Escúpela, escúpela!
PEPITO.- Aggggggggg, no puedo, me voy a
ahogar, aggggggg.
ANGUSTIAS.- Haz un esfuerzo.
PEPITO.- Si ya lo hago, aggggg, pero no
sale. Me estoy poniendo malo. Aggggg.
ANGUSTIAS.- Abre la boca a ver si yo te
la puedo sacar.
(Pepito abre la boca y Angustias le hurga con la mano)
FABIÁN.- No te la vayas a tragar que me
ha costado más de quinientos euros.
PEPITO.- Si yo no me la quiero tragar,
agggg, ¿no ve que me estoy ahogando? Aaggggg.
FABIÁN.- Escúpela ya que se está
haciendo tarde y me tengo que ir.
ANGUSTIAS.- A ver si dándole unos
golpecitos.
PEPITO.- Agggggg
(Angustias empieza a darle golpes en la espalda a Pepito)
ANGUSTIAS.- Venga escúpela ya.
(En ese momento entra la madre de Pepito)
MADRE.-
Pepito, hijo, que te has dejado los roscos de huevo y los pestiños que
le había hecho a Don Fabián. Pero ¿Qué
es esto? ¿Qué le están haciendo a mi Pepito? ¿Por qué le pega esa monja? Menuda
bruja. Déjelo en paz.
ANGUSTIAS.- Es que se ha tragado una
lentilla.
MADRE.- ¿Que se ha tragado una lenteja?
¿Por eso le pega usted? ¿Y el puchero de garbanzos que se trago usted el otro
día? A ver si le van a pegar al niño por cualquier cosa.
ANGUSTIAS.- Que no es eso, mujer. Que
no le estoy pegando.
MADRE.- Claro, que yo no tengo ojos en
la cara. ¿Me ha tomado usted por tonta? No vuelva a poner las manos encima de
mi niño.
PEPITO.- (Sacándose la lentilla con los dedos) Ya está. Menos mal, creí que
me iba a morir.
FABIÁN.- Dámela. (La coge enseguida, la limpia con las mangas y la guarda en la cajita correspondiente y la
pone en la maleta o en el bolso que tenga para el viaje)
MADRE.- Pero, hijo de mi vida, ¿qué te
habías tragado?
PEPITO.- Nada mamá, no me la he
tragado. Es un plástico que se pone don Fabián para no llevar gafas.
FABIÁN.- ¡Una lentilla! Que me había
costado más de quinientos euros.
MADRE.- Pero ¿Cómo ibas a tragarte
quinientos euros? Yo no entiendo nada.
ANGUSTIAS.- ¡Ha visto usted cómo no le
estaba pegando al niño! Usted es que me tiene mucha manía. Pero yo no le he
hecho nada.
(Suena una bocina de un coche)
FABIÁN.- Bueno, yo me voy que ya está
ahí mi sobrino para recogerme. Hasta pronto.
(Fabián se despide de forma muy formal dándoles la mano a
todos)
MADRE.- Pero, don Fabián, ¿Se va a ir
usted así, sin despedirse de los vecinos?
FABIÁN.- Ya me despedí de todos el
domingo en la misa. Y no debo hacer esperar a mi sobrino que seguro que ha
puesto el coche en doble fila. Además, no quiero ver al nuevo cura cuando
llegue.
ANGUSTIAS.- No creo yo que sea para
tanto. A fin de cuentas sois compañeros.
FABIÁN.- Es que es muy triste para mí
tener que marcharme después de tantos años. Y también tengo mi orgullo. Ahora,
si me quedo, tengo que ver cómo viene él y toma posesión de la casa que ha sido
mi casa, de la iglesia que durante tantos años he estado cuidando yo… y seguro
que se ganará vuestro cariño y ya no os acordaréis de mí. Porque es verdad que
soy muy antiguo… (Vuelve a sonar la
bocina con insistencia) no puedo quedarme. Bueno, que os vaya bien con el
nuevo párroco. Adiós. (Sale con tanta
prisa que se deja la maleta)
ANGUSTIAS.- Ay, pues no que hasta se me
han saltado las lágrimas.
PEPITO.- A mí también, hermana. Qué
pena me da de que se vaya don Fabián. Cuánto lo voy a echar de menos.
(Angustias acaricia la cabeza de Pepito)
ANGUSTIAS.- Yo también, hijo mío, yo
también.
MADRE.- Todo lo que usted diga, pero el
hijo no es suyo, es mío. (abrazando a
Pepito) Ay que pena, hijo mío.
(Entra Fabián con mucha prisa)
FABIÁN.- La maleta, que me olvidaba la
maleta.
ANGUSTIAS.- (Acercándole la maleta) Téngala usted, padre. Que no se impaciente
su sobrino.
MADRE.- Y tenga también los roscos y
los pestiños, verá que buenos que están.
FABIÁN.- Gracias, que Dios os lo pague.
Pepito, recuerda lo que te dije el domingo, no te pases las horas perdidas con
la play, haz tus deberes y procura sacar buenas notas, que a lo mejor algún día
tú también eres sacerdote. Y no debes… (Suena
de nuevo la bocina) Bueno me tengo que ir que mi sobrino está en doble fila
y no tiene paciencia.
(Fabián sale por la puerta de la calle. Los demás se quedan
sin palabras mirándose unos a otros. Pepito empieza a hacer pucheros, luego a
lloriquear y finalmente a llorar desconsoladamente. En seguida Angustias hace
lo mismo y finalmente la Madre sigue el mismo juego de hacer pucheros,
lloriquear y llorar de forma escandalosa. Están así durante el tiempo que se
considere oportuno. Después entra por la puerta de la calle Pedro. Va vestido
como si fuera un joven punky, heavy o algo parecido, aunque de forma bastante
desastrada. Puede llevar una chupa de cuero o una camiseta negra con caras
monstruosas, peinado como queriendo tener una cresta, con gafas oscuras,
pendientes, piercings o tatuajes. Es
patético. Pero con esta apariencia Pedro es sacerdote, no lo olvidemos, así que
todos sus intentos de parecer un joven pasota resultan ridículos porque de vez
en cuando se le escapan expresiones y modales más propios de su condición
clerical. Pedro mira sorprendido la escena de los tres llorando de forma
escandalosa, se sonríe y por fin habla.)
PEDRO.- Pero ¿qué pasa en estos
contornos? ¿Es que se ha muerto alguien y estáis de velatorio? Qué chungo está
el temaaaaa.
ANGUSTIAS.- (Lloriqueando y terminando por fin su terrible llanto) Mira, chico,
si vienes a pedir, lo siento mucho pero hoy no tenemos nada que dar, así que ya
puedes marcharte por donde has venido.
PEDRO.- Pero ¿Qué dices, tronca? ¿Tú
alucinas? Yo no vengo a pedir sino a dar. Yo soy el nuevo párroco de Santa
Eduarda. Anda. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo, pecho loba?
PEPITO.- Eso es mentira. Los curas no
se visten así y no dicen tantas tonterías.
PEDRO.- Vaya, también tenemos aquí un
enano parlanchín. Mira renacuajo, los curas de hoy tienen que saber enrollarse
y meterse entre la gente. Para atraer a la juventud hay que ser como ellos. San
Pablo decía que había que ser débil con el débil y fuerte con el fuerte, que
había que hacerse todo a todos para ganar, sea como sea, a algunos. Por eso hay
que adaptarse, hay que estar al loro. Y el menda sabe como se lo tiene que
montar.
MADRE.- ¡A la juventud vas a atraer tú!
Con esa pinta a los únicos que puedes atraer será a los civiles. Anda Pepito
vámonos a casa antes de que escuchemos más estupideces.
PEDRO.- No te abras tan pronto, vieja.
MADRE.- ¿Vieja yo? Vámonos Pepito, que
ya estamos aquí de sobra.
PEDRO.- Que no te abras, te digo.
MADRE.- ¿Que no me qué…? Usted ni es
cura ni es nada. Ay, cómo nos vamos a acordar de nuestro don Fabián. Él si que
era un cura de verdad.
PEDRO.- (Sonríe y se pone a hablar dulcemente como un auténtico cura, muy
espiritual y muy místico.) No debes asustarte, mujer. Abrirse significa
marcharse, no es nada malo. También se puede decir darse el piro o pirarse,
darse el bote, o, la más común, largarse. Comprendo que os resulte chocante
este modo de actuar pero tenemos que hacer algo para no perder a la juventud.
Está claro que, para que los jóvenes descubran que el Evangelio también es
joven, y que la iglesia no es sólo una cosa de viejas, no tenemos más remedio
que hablar como ellos. Se trata de encarnarse en el mundo de los jóvenes como
nuestro Señor se encarnó en nuestro mundo. (Volviendo
al tono pasota) Bueno, colegas, me llamo Pedro y espero que tengamos buen
rollo entre nosotros. Si os va la marcha y os lo montáis chupi veréis como
pronto tendremos aquí la tira de jóvenes. Vamos a construir una iglesia nueva,
la iglesia de la juventud.
PEPITO.- Padre, a mí la gente que se
viste así y habla de esa manera me da mucho miedo.
PEDRO.- Mira, microbio, enróllate y eso
de padre se lo dices a tu padre. ¿Capisqui?
PEPITO.- ¿Qué? Si no le digo padre,
entonces ¿cómo quiere usted que le diga? ¿Señor cura?
PEDRO.- A ver si te coscas, pibe. Eso
de usted se lo dices a los viejos. Yo soy un tú como una casa y me llamo Pedro.
¿Lo pillas?
PEPITO.- ¿Qué?
PEDRO.- ¿Que si has cogido onda?
PEPITO.- Yo no he cogido nada.
PEDRO.- Que si te enteras.
PEPITO.- Si, padre… digo… sí Pedro.
PEDRO.- Así me gusta. Ya veo que
tú y yo nos lo vamos a montar demasiao.
Bueno… (Observando a Angustias) ¿Qué tenemos
por aquí? Una fémina con una toca y un hábito. ¿Cómo te llamas tú?
ANGUSTIAS.- Yo soy la hermana
Angustias, señor Pedro.
PEDRO.- Angus… a partir de hoy. Y
recuerda lo que dice el Evangelio, no llames a nadie señor en este mundo, que
uno sólo es vuestro Señor: Cristo. ¿Te has coscado?
ANGUSTIAS.- (Asustada) Sí, padre.
PEDRO.- Pedro. Que también dice Jesús
que uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No lo olvides, hermana, digo,
pecho loba.
ANGUSTIAS.- Sí, Pedro. Yo haré lo que
tú digas. Pero, si no te es muy molesto, yo prefiero que me digas Angustias. Me
parece bien que me quites lo de hermana, pero eso de Angus… no sé… a mí no me
gusta.
PEDRO.- Corta el rollo y no te comas el
coco, Angus. Hay que cambiar, hay que estar al loro. Además, a partir de ya, te
vas a vestir como las chicas de hoy. Esos trapos que llevas te hacen más vieja
y más rancia. Hay que acercarse a la juventud, siendo como ellos.
ANGUSTIAS.- Pero, padre…
PEDRO.- ¡Pedro!
ANGUSTIAS.- Pero, Pedro, el hábito lo
llevo puesto desde que hice los votos y no me lo he quitado nunca, es como si
fuera parte de mí. Sin él me sentiría como si no fuera yo.
PEDRO.- No me calientes más el tarro,
carroza. A ver si lo pillas. Hay que montárselo, hay que pringarse si queremos
que los jóvenes no se den el piro.
MADRE.- Pepito, vámonos de aquí, que ya
hemos visto y oído bastantes tonterías.
PEPITO.- Sí, mamá.
(La madre coge a Pepito de la mano y se va los dos por la
puerta de la calle.)
ANGUSTIAS.- (Desconsolada) Ay, don Fabián. ¿Por qué han tenido que trasladarlo
a usted con lo bien que trabajábamos juntos? Cómo lo voy a echar de menos.
PEDRO.- Sin lamentos, hermana, digo,
tronca. Tú hazme caso y verás cómo la cosa marcha. Mira bien. Dos palmadas. (Da dos palmadas) Ahora dos crujidos de
dedos. (Da dos crujidos de dedos) Y
así marcando el ritmo. Observa bien. (Empieza
a marcar el ritmo de dos palmadas y dos crujidos. Angustias con cara de
espanto, como si estuvieran a punto de ejecutarla le sigue el juego y va dando
palmadas y crujidos de dedos al ritmo de Pedro. Pedro dice todo lo que sigue al
ritmo que están marcando, a modo de rap.)
Ahora vamos a construir la iglesia de
la juventud.
Cóscate y ponte al día, que todos
puedan comprender,
Enróllate, vamos tía, despierta en
todos la inquietud,
Que ahora vamos a construir la iglesia
de la juventud.
Hay que pringarse con alegría, tener
buen rollo y buen hacer,
Enróllate, vamos tía, que somos en el
mundo luz
Y juntos vamos a construir la iglesia
de la juventud.
(Angustias no puede más y deja de marcar el ritmo. Con cara
de tragedia.)
ANGUSTIAS.- Pero, padre…
PEDRO.- ¡Pedro!
ANGUSTIAS.- Pero, Pedro, a mí no me ha
gustado nunca la vida moderna.
PEDRO.- Así no se dice. Hay que decir:
a mí no me va la marcha.
ANGUSTIAS.- Pues, eso. Que a mí no me
va la marcha.
PEDRO.- Muy bien. Ya vas cogiendo onda.
¿Has visto? Sólo tienes que practicar un poco y serás tan moderna y tan
enrollada como yo.
ANGUSTIAS.- ¿De verdad crees que yo
también podré hacerlo?
PEDRO.- Pues, claro, hija… digo,
tronca.
ANGUSTIAS.- Bueno, entones… como
tendremos que formar un equipo… y tú me irás enseñando… en fin que yo estoy
aquí para colaborar contigo en la pastoral y ayudarte en todo lo que necesites…
PEDRO.- Eso está guay. Yo sabía que tú
no te ibas a rajar.
ANGUSTIAS.- ¿Qué? ¿Qué es rajarse?
PEDRO.- (Volviendo a hablar en tono de cura) Hermana, rajarse no es nada
malo, es desistir de algo. Yo sabía que tú no te ibas a rajar significa que
sabía que, al final, podría contar contigo para este proyecto ambicioso de
acercamiento de la iglesia a los jóvenes.
ANGUSTIAS.- (Tratando de hablar en todo pasota) Yo no me rajo, a ver si te
coscas, tronco.
(Ahora es Angustias la que empieza a dar las palmas y los
dedos y Pedro le sigue el ritmo. Y vuelven a cantar a ritmo de rap.)
ANGUSTIAS.- Juntos vamos a construir la
iglesia de la juventud.
Yo soy carca, soy carroza, pero vivo
con ardor
Me vestiré como una moza y haré lo que
me digas tú:
Que juntos vamos a construir la iglesia
de la juventud.
PEDRO.- Nos lo vamos a montar en grande,
Será una gran revolución.
Gritaremos por plazas y calles el
mensaje de Jesús.
PEDRO y ANGUSTIAS.- Nosotros vamos a
construir la iglesia de la juventud.
(Mientras están los dos cantando muy
entusiasmados a ritmo de rap y bailando por el escenario, entra por la puerta
Fabián que mira la escena espantado.)
FABIÁN.- He tenido que volver, porque
me he dejado el breviario que está ahí en la estantería.
(Pedro sigue con el ritmo de palmas y dedos y bailando por
la habitación, pero Angustias se para en seco como quien ha sido sorprendido
haciendo algo malo)
ANGUSTIAS.- Don Fabián… ¿No me diga que
después de tanto interés en que no le faltara nada se ha dejado usted el
breviario?
FABIÁN.- Vaya, vaya, con la mosquita
muerta. Así que ya has hecho muy buena liga con tu nuevo párroco. (Con mucha tristeza) Me alegro mucho por
vosotros. Ya veremos los resultados.
PEDRO.- ¡Fabi! Qué alegría de verte. Tú
sabes que aquí tendrás siempre tu cueva, colega. No me seas chungo. Nos lo
vamos a montar demasiao porque queremos atraer a la juventud. Hay que
encarnarse, hay que estar on line.
FABIÁN.- Pero usted tiene ya cuarenta y
muchos años y además es sacerdote. No me parece que un hombre de su edad y de
su condición se tenga que comportar como un crío.
PEDRO.- A ver si te coscas. Lo que
importa no son los años del cuerpo, es la edad del espíritu. Y mi espíritu no
tiene ni veinte.
FABIÁN.- ¡Ni veinte! ¡Ni ocho, diría
yo! ¡Ay, santa Eduarda, quién te ha visto y quién te ve! ¿Qué va a ser de esta
parroquia en la que he pasado los mejores años de mi vida? La vamos a ver
convertida en un vulgar botellón.
ANGUSTIAS.- ¡¡¡¡Botellón!!!! ¡Es
verdad! Ya sé lo que tenemos que hacer para contactar con los jóvenes.
FABIÁN.- Hermana, ¡por Dios! ¿No
estarás insinuando?
ANGUSTIAS.- Las chicas de la Legión de
María en cuanto se hacen grandes dejan de venir a la iglesia porque se van
todos los fines de semana de botellón, y claro, luego el domingo no están en
condiciones de venir a misa. Pero dicen que se lo pasan…. ¿Cómo era?... eso,
que se lo pasan diver.
FABIÁN.- ¡Hermana Angustias! No puedo
creer lo que estoy oyendo. Al botellón. Ay, Santa Eduarda, ¿para qué habré
vuelto yo a por el breviario? Al menos viviría en la dulce ignorancia.
PEDRO.- Pero, Angus, ¿qué es eso de la
Legión de María? Ni que la iglesia fueran las fuerzas armadas.
ANGUSTIAS.- Es que hay un grupo de
chicas que se reúnen y cuando hay alguna procesión salen llevando un
estandarte.
PEDRO.- Jo, menudo rollo. Qué chungo
está todo esto. Tendremos que trabajar duro para cambiar la imagen de esta
parroquia.
ANGUSTIAS.- (Tratando de hablar pasota) Es que aquí la gente no se lo sabe
montar. ¿Te has coscado? Ya sé hablar como tú. ¿Qué me dices de lo del
botellón?
PEDRO.- Que hay que enrollarse y si
para estar al loro hay que irse de marcha, pues ya está hecho. Que hay que
hacer botellón, pues vamos al botellón, que hay que arrimarse algún cubata,
pues, nada, a montárselo.
ANGUSTIAS.- Ahora no he cogido onda de
nada. Me queda mucho que pringar todavía.
PEDRO.- Que nos vamos al botellón. Lo
importante es la juventud.
FABIÁN.- ¿Os vais a ir al
botellón? ¡Os habéis vuelto locos los
dos! Y eso no es lo peor. Lo peor es que la culpa es mía por haber pronunciado
esa maldita palabra. ¡Ay, Santa Eduarda!
PEDRO.- Angus, toma un cigarrillo, que
para ir al botellón hay que estar al loro.
FABIÁN.- ¡Una monja fumando! Hermana
Angustias, por la autoridad que otras veces he tenido sobre ti, te prohíbo que
aceptes ese cigarrillo.
ANGUSTIAS.- Ahora quien me da órdenes
es Pedro. Venga el pitillo, que lo que importa es la juventud.
FABIÁN.- (Haciendo gestos desesperado) Esto es intolerable, inadmisible. No
puedo más. (Va a la estantería y coge el
breviario suena la bocina.) Yo me voy de aquí y no pienso volver nunca más,
porque a mí me va a dar un infarto.
(Pedro va hablando detrás de él)
PEDRO.- Pero si fumar es lo más natural
del mundo, hasta Tarancón fumaba. Además para llegar a la juventud hay que… Vaya…
pues que se las pire, allá él con sus carquerías.
ANGUSTIAS.- Bueno, ¿Me vas a dar el
cigarrillo o qué?
PEDRO.- Claro, claro. Toma. (Le da un cigarrillo. Angustias lo coge con
los dedos de forma muy ridícula. Pedro saca el mechero y se lo enciende,
Angustias intentando poner cara de ser muy moderna se lo lleva a la boca y da
una chupadita todo muy exagerado. Inmediatamente empieza a toser de forma
escandalosa. Pedro se ríe de ella viendo todo esto.)
ANGUSTIAS.- Ay, Padre… digo… ay Pedro.
Yo soy muy torpe para estos menesteres. Me parece que antes de fumar tendré que
hacer un cursillo o algo así.
PEDRO.- Vamos, no me seas tan chunga.
Fumar es la mar de enrollado. En primer lugar tienes que cogerlo así. (Le pone el cigarrillo correctamente entre
los dedos. Angustias observa todo con la cara muy seria como quien está
aprendiendo algo muy importante.) Después te lo llevas a la boca, así. Y
chupas suavemente. Esto es una calada. Así que le das una calada y te tragas el
humo, aunque mejor es que tú no te tragues el humo, para eso hay que tener más
experiencia. Y luego lo expulsas así…. Cuando ya se tiene más experiencia se
hacen roscos y todo.
ANGUSTIAS.- Ya está. Estoy totalmente
preparada. Cuando quieras podemos irnos al botellón.
PEDRO.- Me parece super. Pero creo que
primero te deberías cambiar de indumentaria. Si vas con esa pinta, en cuanto te
vean los chaveas lo que harán será darse el piro.
ANGUSTIAS.- Bueno, voy a ir al ropero
de Cáritas y buscaré alguna ropa moderna que me quede bien. Enseguida vuelvo y
nos vamos de marcha.
PEDRO.- Perfecto. Ahora si que te lo
estás montando bien, tronca. Yo mientras le echaré una ojeada a esto. A ver qué
libros hay por aquí.
(Angustias sale por la puerta que da a la iglesia. Pedro va
examinando todo lo que hay detenidamente. Se para en la estantería de los
libros y mira los títulos. De vez en cuando da palmadas y chasquidos de dedos
con el ritmo de antes y tararea el rap. Finalmente coge un libro y se sienta
para repasarlo tranquilamente. Mientras mira el libro, entran por la puerta de
la calle los niños Pepito, Loli, Toño y Juanito. Van muy sigilosos.)
PEPITO.- Ese es.
LOLI.- Anda, pues es verdad lo que
decías.
TOÑO.- Pero ése no puede ser un cura.
JUANITO.- Sí es un cura, porque va
vestido de negro.
(Pedro sigue repasando el libro con mucho interés sin
advertir la presencia de los niños. Estos se van acercando cada vez más y lo
van examinando detalladamente. En el momento que se indique Pedro se dará
cuenta de su presencia.)
LOLI.- Pues parece uno de esos locos
drogados que van en moto.
PEPITO.- Pues es el cura, que lo sé yo.
TOÑO.- Mira cómo no es cura. Lleva
pantalones y no tiene eso blanco en la camisa.
JUANITO.- Y está fumando.
PEPITO.- Es que es un cura muy moderno,
lo dijo él.
PEDRO.- (Descubriendo que están los niños) ¿Eh? ¿Se puede saber que se os
ha perdido por aquí, microbios?
JUANITO.- Es que nosotros somos los
monaguillos, y Pepito nos había dicho que… usted… vamos que es usted el nuevo
cura… y habíamos venido para conocerte a usted.
PEDRO.- Pues sí, has dado en el blanco,
renacuajo. Yo soy el nuevo párroco de santa Eduarda. Si vosotros sois los
monagos ya veréis lo que es la marcha, el rollo y la priva.
TOÑO.- Yo… a lo mejor ya no ayudo más a
misa… que ya estoy muy grande y me queda chica la sotana.
PEDRO.- Pero ¿Tú estás bien, chaval? A
ver si carburas, que no te voy a comer.
LOLI.- A mí no me gusta la gente que se
viste así.
PEDRO.- Mira princesa, lo mismo que no
me voy a tragar a ningún enano tampoco tú te vas a papear a ningún cura. Así
que, si te molo o no, pasa del tema. ¿Capisqui?
PEPITO.- ¿Tú das la misa lo mismo que
los otros?
PEDRO.- Chavea, la misa no se da, se
celebra.
PEPITO.- ¿Tú celebras la misa como don
Fabián?
PEDRO.- ¿Cómo quieres que la celebre,
si no?
TOÑO.- Es que como no hablas como los
otros curas…
PEDRO.- Pues en la misa soy lo mismo
que los demás. ¿Qué te pensabas? ¿Crees que voy a decir: qué pasa colegas, en
vez de: El Señor esté con vosotros? Pues no, microbio. Yo celebro la misa lo
mismo que los demás.
JUANITO.- Es que no lo sabíamos… al
verlo tan raro.
LOLI.- El cura que había antes sí que
era bueno con los niños. A veces nos daba caramelos y nos decía cosas bonitas.
Pero usted es muy malo y nos dice cosas muy feas.
PEDRO.- Bueno, perdonad, que yo no
quería molestaros. Lo que pasa es que tengo que saber montármelo para que la
juventud se cosque de la magnificencia de nuestra fe, por eso tengo que estar
al loro y enrollarme como la vasca. Y claro, los enanos no entraban en este
rollo. Pero creo que vosotros también os lo vais a montar de miedo y todo va a
ser guay del Paraguay.
LOLI.- Yo no me he enterado de nada.
PEPITO.- Debe ser que nos va a montar a
todos en su moto para llevarnos al Paraguay y nos vamos a morir de miedo.
JUANITO.- No es eso, es que nos va a
enrollar como a una alfombra para que nos dé miedo, o algo así.
TOÑO.- Si es que vamos a tener miedo,
es verdad, porque yo estoy ya temblando. Vámonos, por favor.
PEDRO.- Pibes, no habéis cogido onda,
ninguno. Lo que he querido decir es que lo vamos a pasar muy bien.
(Mientras los niños siguen con caras de circunstancias, entra
don Antonio)
ANTONIO.- Muy buenas… hombre están aquí
los monaguillos. ¿Por qué no vais alguno de vosotros a buscar al señor cura,
que me hace mucha falta confesar.
PEDRO.- No hace falta que vayan a
buscarlo.
ANTONIO.- Ah, entonces será que ya va a
venir. Bueno lo esperaré. Qué a gusto me voy a quedar. Yo no sé si tú te habrás
confesado alguna vez, pero es algo increíble. Uno suelta sus pecados, aunque no
sean muy gordos, y te quedas como si te hubieran quitado una china del zapato,
como al que le sacan una espina. ¿Dónde ha ido el padre?
PEDRO.- El padre, como usted dice, no
ha ido a ninguna parte.
ANTONIO.- Es verdad, que hoy venía un
cura nuevo. Seguramente ha venido ya y estará viendo la parroquia. Bueno,
entonces, aprovecharé para conocerlo, confesar con él y me presentaré a él.
Oye, a ti no te había visto nunca por aquí. Y fíjate que tengo un hijo así,
como tú, con esa facha, tiene una moto y todo.
PEDRO.- A mí no me habías visto porque
acabo de llegar. Pero creo que nos vamos a ver, de ahora en adelante, con mucha
frecuencia.
ANTONIO.- Bueno, pues bienvenido al
pueblo. A ver si viene ya el cura nuevo, que lo conozca.
PEDRO.- El cura nuevo, soy yo.
ANTONIO.- Claro, claro, y yo soy el rey
de copas.
PEDRO.- ¿Es que tiene usted un bar?
ANTONIO.- Quiero decir el de la baraja.
Anda, Juanito, vete a buscar al cura, que parece que tarda en llegar.
JUANITO.- Si es verdad, don Antonio,
este señor es el cura.
ANTONIO.- Anda niño, no digas
tonterías, cómo va a ser éste el cura.
PEDRO.- Que sí, hombre, que sí. Que yo
soy el cura. Mira, para que no tengas duda, aquí tengo mi nombramiento de
párroco de Santa Eduarda.
(Pedro se saca del bolsillo un papel doblado y se lo da a
don Antonio. Lo mira con interés y cuando termina de leerlo pone cara de circunstancias.)
ANTONIO.- Anda, pues es verdad… claro…
vestido así… yo pensé… ¿quién iba a pensar?...
PEDRO.- Bueno, muchachos, salíos fuera
que este señor quiere confesar.
ANTONIO.- No os molestéis…
PEDRO.- Pero… no pensará confesar
delante de los niños.
ANTONIO.- Es que… con tanta
conversación ya se me han olvidado los pecados. Es igual.
PEDRO.- Bueno, eso no es problema. Yo
le puedo ayudar con algunas preguntas.
ANTONIO.- No, no. Déjalo. Además seguro
que les he interrumpido porque estaban ustedes hablando de de algo importante.
Ya me marcho. Adiós.
PEDRO.- ¿Pero no decía usted que le
hacía mucha falta confesar?
ANTONIO.- Siempre se exagera. Son
formas de hablar. Eran unos pecadillos veniales sin importancia, ya rezaré yo
un padrenuestro y haré un acto de contrición. Adiós, adiós. (Sale a la calle sin dar lugar a más
explicaciones)
PEDRO.- Pero ¡Qué gente tan rara hay en
este pueblo! ¿Son todos así?
LOLI.- En este pueblo la gente es
normal. Lo que pasa es que somos tan normales que nos resulta muy raro ver a un
cura tan estrafalario como usted.
PEDRO.- Niña, no estarás diciendo que
yo soy raro.
TOÑO.- Pues a mí me parece que sí.
PEDRO.- Bueno, enanos, no tengo tiempo
de discutir. Así que iros abriendo porque va a venir la Angus, y cuando la
veáis puede ser que os calentéis el tarro y
alucinéis por tiempos. Así que no me deis más la vara y piraros.
JUANITO.- ¿Qué?
PEDRO.- Que os deis el bote, que os
larguéis.
PEPITO.- Está diciendo que nos vayamos.
Anda mejor nos vamos y seguimos jugando.
(Los niños salen y se queda Pedro algo contrariado)
PEDRO.- Vaya niños maleducados. Yo no
sé qué le habrán enseñado en el catecismo. Digo, decir que yo soy raro. Se
podrá ver lo que habrán aprendido con el carca del Fabi. Bueno, la Angus está
tardando más de la cuenta.
(Angustias entra, por fin, ya no lleva el hábito antiguo
sino ropa más juvenil, pero con muy mal gusto. Además no se ha quitado la toca,
lo que la hace todavía más ridícula)
ANGUSTIAS.- Ya estoy lista, Pedro. ¡Qué
emoción! Estoy ansiosa por vivir esta nueva experiencia. Cuando quieras nos
vamos al botellón.
PEDRO.- Pero, Angus, ¿estás flipando?
¿Vas a ir al botellón con la toca?
ANGUSTIAS.- ¿La toca? Todavía no me
cosco bien del lenguaje juvenil. ¿Qué es la toca?
PEDRO.- La toca no es nada juvenil. Es
la toca que llevas puesta en la cabeza.
ANGUSTIAS.- Ah, es verdad. Qué
despiste. Claro si es que no me he quitado el hábito desde que hice los votos y
además no tengo costumbre de mirarme en un espejo, porque siempre me han dicho
que eso es vanidad…
PEDRO.- No hace falta que lo jures…
bueno, quítate la toca que vamos a llevar la Buena Nueva a los chicos del
botellón. A cumplir lo que nos mandó el Jefe.
(Angustias se quita la toca. Pedro empieza a dar palmadas y
crujidos de dedos marcando el ritmo)
ANGUSTIAS.- Eso, eso. A cumplir lo que
nos mandó el jefe. (A ritmo de rap) Nosotros
vamos a construir la iglesia de la juventud.
PEDRO.- Nosotros vamos a construir la
iglesia de la juventud.
(Salen los dos cantando a ritmo de rap y se cierra el
TELÓN)
ACTO II
(El decorado es el mismo. Es por la mañana. Pedro ha tenido
una noche intensa de marcha y ahora
tiene una resaca terrible. Está sentado en el sillón del despacho con una bolsa
en la cabeza, no para de quejarse. Sobre la mesa hay una botella de tónica
abierta, de vez en cuando dará un trago.)
PEDRO.- (Con la voz un poco tocada) Ay… Dios mío… que rollo más gordo es
esto de los cubatas. Yo no me explico como los jóvenes se los tragan con tanta
facilidad, y, luego, ¡hala!, se quedan tan a gusto… como si nada… ay… ay… claro
yo, que el único alcohol que bebo desde que me ordené, es el vino consagrado en
la misa… y anoche me tomé (haciendo
cuentas con los dedos)… seis, siete… me tomé siete cubatas… a ver… no…
fueron ocho. Claro, al principio yo creía que era zumo de naranja pero resulta
que estaba cargado de vodka. Ya le notaba yo un gustillo fuerte… ay… y encima
tuve que aportar cuarenta euros… para terminar así, con este dolor de cabeza. (Mira el reloj) A ver si viene la Angus…
que me cuente como le fue a ella porque de pronto la perdí de vista y ya no
volví a saber ni con quién estaba ni qué hacía. Ay… nos dieron más de las
cuatro de la mañana. La verdad es que no es fácil, no es fácil. Acercarse a los
jóvenes y tratar de ser cómo ellos es muy duro… ay…
(Angustias entra por la puerta de la iglesia, ya se oye
antes de que entre en escena.)
ANGUSTIAS.- (Con la voz también tocada) Pedro, Pedro… ¿Estás ahí? Ay, Señor, Ay
santa Eduarda, ay Virgen bendita… todo me da vueltas. Yo a la Virgen prefiero
rezarle aquí en la Iglesia y mirar su imagen o tenerla en una estampa… ay, que
mareo tengo.
PEDRO.- ¿Se puede saber qué es lo que
pasa?
ANGUSTIAS.- Que les estuve hablando a
aquellos chicos tan majos de María y ellos se pusieron muy contentos. Me
dijeron que a ellos les gustaba mucho la María. Yo entonces me sentí muy feliz
y les dije que María es para nosotros una leal compañera y ellos me dijeron que
siempre llevaban María con ellos y así… hasta que me la dieron a probar. Yo no
entendía mucho lo que estaban intentando explicarme y uno me dio un cigarro y
me dijo que era de María. (Pedro se lleva un susto y se le cae la bolsa de la
cabeza.) Pensé que los jóvenes tienen su forma particular de relacionarse
con la Virgen y quise ser una de ellos. Me fumé el cigarro y, entre toses y lo
que no son toses, tengo un mareo encima que todo me da vueltas.
PEDRO.- ¿Has estado fumando María?
ANGUSTIAS.- Pues, claro, tenía que
hacer lo que los demás. Es la manera de ser una de ellos. ¿No te parece?
PEDRO.- Pero Angus ¿Es que tú no sabes
lo que es un canuto?
ANGUSTIAS.- ¿Crees que soy estúpida?
Claro que sé lo que es un canuto. Una cosa redonda, cilíndrica, hueca por
dentro que sirve para hacer la o con un canuto.
PEDRO.- No me refiero a esa clase de
canutos. Me refiero a los porros.
ANGUSTIAS.- ¿Los porros?
PEDRO.- Sí, los porros, Angus. ¡Ay,
Dios mío! La María que los jóvenes tenían y fumaban no tiene nada que ver con
la Virgen. Es la forma que tienen para hablar de la marihuana. Es una droga.
ANGUSTIAS.- ¿Una droga? ¿Quieres decir
que he estado consumiendo drogas? Ay, santa Eduarda, que este cura me ha
convertido en una yonqui.
PEDRO.- Bueno, a mí no me eches la
culpa. Si no te hubieras perdido podría haberte advertido. Pero te faltó tiempo
para irte por ahí. Parecía que no habías salido en tu vida.
ANGUSTIAS.- Es que no había salido en
mi vida, al menos de esa manera. Ay, que soy una drogata, ay de mí, en lo que
me he convertido.
PEDRO.- Vamos a ver. Supongo que por
una sola vez no pasará nada. Lo importante ahora es que no vuelvas a probarlo.
ANGUSTIAS.- De todos modos estoy muy contenta porque conocí
a unos chicos estupendos. Unos muchachos que nunca han venido por la iglesia y
que pronto estarán dispuestos a entregar sus vidas.
PEDRO.- Es verdad. Yo también he
conectado con un grupo extraordinario. Parecían chicos con grandes inquietudes,
buenos sentimientos: paz, igualdad, libertad… yo creo que pueden llegar a ser
cristianos comprometidos. Pronto veremos hecha realidad la iglesia de la
juventud.
ANGUSTIAS.- Anda, Pedro. Ahora estás
hablando como los curas. Corta el rollo tío.
PEDRO.- Es que me he dejado llevar.
Pero tampoco es malo darse un respiro de vez en cuando. ¿Cómo se te queda el
cuerpo?
ANGUSTIAS.- Además los chicos que yo he
tratado no hablaban así. Decían alguna que otra cosa, pero hablaban más bien
normal.
PEDRO.- Bueno, cuelga ya.
ANGUSTIAS.- ¿Qué tengo que colgar?
PEDRO.- Cuelga significa que te calles
ya. Es como una metáfora del teléfono. Mira, ya que estás tú aquí voy a
acercarme a la farmacia a ver si me dan algo para la resaca esta. Porque tengo
la cabeza a punto de explotar. Si viene alguien tú lo atiendes o le dices que
llego enseguida.
ANGUSTIAS.- Vale, tío. (Pedro sale por la puerta de la calle y se
queda Angustias sola.)La verdad es que preferiría que no viniera nadie. Porque yo me siento muy
rara con esta pinta. Yo sin mi hábito es que no me siento yo. Y además este
mareo tan grande que tengo que todo me da vueltas. Y tengo agujetas. Porque
estuve con un grupo que llevaban música y nos pusimos a bailar. Con lo que a mí
me gustaba bailar antes de entrar al convento. Claro, que los bailes de antes
eran diferentes, antes no había que dar tantos saltos, pero lo pasábamos
también muy bien. Anoche estuve bailando por todo lo que no he bailado desde
que soy monja. Fue cómo si aquellos años de mi juventud volvieran a mí como por
arte de magia. Tengo que reconocer que Pedro es un cura extraordinario, la
verdad. Sus ideas al principio me
asustaron, pero ahora me están gustando de verdad. (Empieza a bailar de forma exagerada y canta alguna canción moderna en
inglés, con mucho ritmo, así recorre la habitación. Luego se detiene mareada.) Ay,
qué divertido es bailar así, aunque es como hacer gimnasia, acaba una agotada.
Con razón dice la gente eso de “que me quiten lo bailao”. (Mira hacia la puerta de la calle Pero ¿Qué veo? Si es un chico de
los de anoche.
(Entra Poli. Va vestido de forma muy moderna, estilo heavy o
algo parecido.)
POLI.- Angus, qué alegría me da de
encontrarte. Llevo mucho rato buscándote, he preguntado por aquí pero parece
que nadie te conoce. No sabes las ganas que tenía de volver a verte.
ANGUSTIAS.- Yo también me alegro mucho
de volver a verte. No me imaginaba que tan pronto volveríamos a encontrarnos.
POLI.- Es que necesito hablar contigo.
Tengo que contarte algo importante.
ANGUSTIAS.- ¿Te ocurre algo?
POLI.- Sí, Angus, me ocurre algo muy
grande, algo maravilloso, es alucinante.
ANGUSTIAS.- Bueno, si puedo ayudarte
puedes contar conmigo.
POLI.- Sólo tú puedes ayudarme, sólo
tú.
ANGUSTIAS.- Bien, cuéntame qué es eso
tan grande y tan maravilloso que te ocurre.
POLI.- Yo sé que tú eres más vieja que
yo, pero también sé que eres muy enrollada. Estoy seguro de que sabrás
comprenderme.
ANGUSTIAS.- Jo, tío. Tus palabras son
muy halagadoras. Muchas gracias.
POLI.- Anoche descubrí algo muy grande,
encontré la clave de la felicidad. Fue hablando contigo. Sentí como si el cielo
con todas sus estrellas estuviera gritando lo que yo tenía dentro de mí.
ANGUSTIAS.- ¡Qué bien te enrollas, tío!
Pareces un poeta.
POLI.- No me interrumpas, por favor,
Angus. Te estaba diciendo que anoche encontré la clave de mi felicidad. Algo
dentro de mí estaba renaciendo.
ANGUSTIAS.- ¡Qué bonito! ¡Cómo me
alegra que me lo cuentes!
POLI.- Yo he recorrido mucho mundo. He
probado todo lo que me han ofrecido, no me he privado de nada porque siempre lo
he tenido todo. Me he comprado todo lo que estaba a la última. Y ¿sabes qué?
Nada de eso me ha llenado de verdad. Al final todo dejaba un vacío en mí, un
inmenso vacío. Sentía que mi alma quería algo más, algo serio de verdad, un
ideal por el que merezca la pena dar la vida. Anoche, hablando contigo lo
descubrí.
ANGUSTIAS.- ¡Qué éxito! ¡No me lo puedo
creer! Tan sólo hemos salido una noche, apenas hemos tenido ocasión de hablar
con la juventud y ya tengo aquí a un chico que ha descubierto dónde está el
verdadero sentido de la vida, dispuesto a entregarse. Es flipante. Poli, hoy
será para mí un día muy especial, después de oírte hablar así.
POLI.- ¿Pero es que tú te lo esperabas?
¿Tú también lo deseabas?
ANGUSTIAS.- Claro que lo esperaba y lo
deseaba, lo ansiaba de verdad. Lo que me ha sorprendido es que haya sido tan
pronto.
POLI.- Entonces ¿tu respuesta es sí?
(Angustias pone cara de circunstancias)
ANGUSTIAS.- ¿Sí? ¿Qué sí? ¿A qué
respuesta te refieres? si no me has preguntado nada.
POLI.- Yo te he estado contando lo que
anoche sentí contigo y tú me has dicho que lo esperabas y lo deseabas. ¿No es
así?
ANGUSTIAS.- Exacto, eso es así. Pero…
POLI.- Entonces tu respuesta debería de
ser sí.
ANGUSTIAS.- En esta conversación hay
algo donde me veo perdida. Yo creo que no he entendido nada.
POLI.- Ya te he dicho que yo estoy
dispuesto a dar mi vida, si es preciso.
ANGUSTIAS.- ¿A dar tu vida? Eso es lo
que yo esperaba, pero se ve que no me estoy enterando bien.
POLI.- Mi corazón ya no me pertenece
Angus.
ANGUSTIAS.- Eso también es muy
interesante, pero se ve que no es lo que yo me creo.
POLI.- Mi corazón es tuyo. Desde que
hablé contigo anoche, mi vida sólo tiene sentido si la vivo contigo. Si tú me
rechazas nada tiene ya valor.
ANGUSTIAS.- (Sobresaltada) ¿Pero qué estás diciendo?
POLI.- Angus, yo te amo. Te amo desde
el primer momento que apareciste en mi vida.
ANGUSTIAS.- Pero… eso no puede ser…
POLI.- Ya sé que eres mayor, ya sé que
te parezco un crío… pero mi vida no tiene sentido sin ti. Creceré y maduraré y
estaré siempre contigo para lo que me necesites. Tienes que decirme que sí.
ANGUSTIAS.- Creo que no me conoces… yo
no puedo… vamos ¿No comprendes? Yo soy…
POLI.- (Interrumpiéndola) Sí, lo sé, eres mayor, pero te enrollas muy bien
y contigo las cosas son diferentes. Dime la verdad ¿No sientes nada por mí? ¿No
me quieres nada?
ANGUSTIAS.- Claro que siento mucho
cariño por ti. Pero yo te quiero de otro modo. Verás yo soy…
POLI.- Si me quieres, del modo que sea,
no tienes por qué explicarme nada. Tan sólo dime que sí, que me quieres y que
aceptas compartir tu vida conmigo.
ANGUSTIAS.- Es que yo soy…
POLI.- Está claro que tu respuesta es
no. (Se pone muy triste, deprimido)
Nunca me ha salido nada bien. Ahora que creía que iba a comenzar con una nueva
ilusión tú también me dices que no. (Está
casi llorando). Pero tenía previsto que esto podría suceder y tengo muy
claro lo que voy a hacer…
ANGUSTIAS.- Poli, déjame que te
explique… no irás a…
POLI.- Suicidarme, sí… si tú también me
rechazas significa que he llegado al final.
ANGUSTIAS.- Vamos a ver, Poli, es que
no me dejas que te diga que yo…
POLI.- Ya no tienes que intentar nada.
Estoy decidido.
(En ese momento, llega Pedro de la calle)
PEDRO.- Ya estoy aquí. Hombre, qué
alegría me da de verte de nuevo tío. Es una pasada que hayas venido por aquí,
espero que nos veamos con frecuencia. Ya verás cómo esto te flipará.
POLI.- Ahora lo entiendo todo… es él
¿verdad? No permitiré que nada ni nadie se interponga entre tú y yo. Para este
problema existe una solución.
ANGUSTIAS.- Creo que te equivocas,
Poli. Esto no es lo que tú piensas. Yo soy… (Poli
sale a la calle sin dejarla terminar, Angustias trata de impedirlo, Pedro no se
entera de nada.) Vuelve, Poli, yo te explicaré… Poli… nada, se ha perdido.
PEDRO.- ¿Se puede saber qué es lo que
está pasando?
ANGUSTIAS.- Está pasando que tú y tus
fantásticas ideas para conectar con la juventud, podrías haberos ido a freír
monas.
PEDRO.- Si no te explicas mejor yo no
me cosco de nada.
ANGUSTIAS.- Deja ya de hablar así. ¿Es
que no ves que los jóvenes no dicen tantas tonterías? Ese chico ha venido aquí
muy entusiasmado, me dijo que había encontrado una razón para vivir, que estaba
dispuesto a dar la vida, que había sentido algo muy grande…
PEDRO.- Eso está muy bien. No comprendo
por qué se ha ido tan enfadado entonces.
ANGUSTIAS.- ¿No comprendes? Claro que
no comprendes. Lo que le pasa a ese muchacho es que se ha enamorado.
PEDRO.- Bueno, eso tampoco es malo.
Todos los chicos no tienen que ser sacerdotes ni religiosos, también tiene que
haber matrimonios cristianos que formen familias cristianas.
ANGUSTIAS.- Sigues sin enterarte de
nada. De quien se ha enamorado Poli es de mí.
PEDRO.- Anda ya, qué broma más
graciosa, ja ja ja.
ANGUSTIAS.- No es ninguna broma.
PEDRO.- Pero ¿Tú te has visto? Entre
que ya tienes una edad y con esa pinta… vamos… es imposible.
ANGUSTIAS.- Estoy diciendo la verdad. Y
él se ha creído que tú eres mi marido o mi novio y que te interpones entre
nosotros. No me ha gustado la forma como ha dicho que lo solucionará. Me temo
que va a hacer una tontería. Está cegado por los celos.
PEDRO.- Pero ¿Por qué no le has dicho
que eres monja?
ANGUSTIAS.- He intentado decírselo
muchas veces, pero no me escuchaba y no me dejaba hablar. Además ¿Tú crees que
con esta facha se lo habría creído? Parezco cualquier cosa antes que monja.
PEDRO.- ¿Habrá que hacer algo?
ANGUSTIAS.- Voy a ver si consigo
alcanzarlo. Lo buscaré por todas partes, tampoco puede ir muy lejos. Si puedo
se lo explicaré todo antes de que sea demasiado tarde. ¡La iglesia de la
juventud! ¡qué bien! ¡Encarnarse con los jóvenes! Qué bonito suena todo… (Mientras va hablando con rechinchín de
todas estas cosas sale por la puerta de la calle)
PEDRO.- Ay, Dios mío. Esto no ha salido
como esperábamos. La verdad es que nunca habría imaginado que un chico joven se
enamoraría de un esperpento como la Angus. Para colmo en la farmacia no me han
dado nada porque no llevaba dinero y no se han creído que yo sea el cura. Y
ahora con el susto me duele la cabeza todavía más. Espero que la Angus pueda
aclararlo todo. Yo sigo pensando que ha sido una buena idea. Hemos conectado
con gente que nunca habrían venido por aquí.
(Se oye la voz de Diky antes de que entre en escena.)
DIKY.- Pedro ¿Estás ahí? ¿Eres tú?
PEDRO.- Sí, soy yo, Pedro. ¿Quién eres
tú?
DIKY.-
Soy yo, Diky. Tenía muchas ganas de hablar contigo a solas.
PEDRO.- Diky, qué alegría más grande me
da de volver a verte. ¿Cómo va todo?
DIKY.- Tú eres un hombre maduro,
experimentado. Estoy segura de que podrás comprenderme. No te imaginas lo que
siento aquí, dentro de mí. Al hablar contigo anoche parecía que se me abrían
nuevos horizontes, una forma nueva de entender la vida, la amistad, el amor…
PEDRO.- (Empieza a estar con la mosca detrás de la oreja) Me alegro mucho
de haber podido ayudarte a eso tan bonito. Pero espero que no estés diciendo
que…
DIKY.- Que te amo, sí, te amo
locamente, te amo plenamente…
PEDRO.- ¿Pero te has vuelto loca?
DIKY.- Sí, Pedro. Me he vuelto loca de
amor por ti. Le he dicho a Tony que se las pire, que lo nuestro se ha
terminado, que ya no quiero nada de él. Sólo quiero ser tuya y nada más que tuya.
PEDRO.- ¿A Tony? A ese chico tan…
DIKY.- Sí, tan superficial, tan
violento, tan caprichoso… yo no quiero nada con él. Sólo te quiero a ti. (Al oír la descripción de Tony, Pedro pone
cara de verdadero terror)
PEDRO.- A ver, Diky, creo que debo
explicarte algo. Yo…
DIKY.- Ahora mismo no me tienes que
decir nada. Yo no quiero presionarte. Lo que quiero es que te lo pienses.
Pedro, anoche, cuando estaba contigo, sentí que había malgastado inútilmente mi
vida. Tú has sido para mí como un rayo de luz en una inmensa oscuridad. Yo
había estado siempre tan ciega, creía que la vida era para gastarla en
diversiones y drogas, con los chicos y pasando de todo. Cuando ya estaba segura
de que no había nada más, llegaste tú y me hablaste de aquellas cosas tan
maravillosas: de la entrega, de los ideales que nunca mueren, del amor
verdadero… ¡El amor!... cada vez que pronunciabas esa palabra sentía así prrrr
como si todo mi cuerpo gritará de alegría… ¡El amor! Era como si algo muy
superior se apoderara de toda mi persona y sentía ganas hasta de cantar y
bailar sin parar… ¡el amor! ¿Cómo había podido estar tan ciega durante todo
este tiempo? Pedro, tienes que comprenderlo, me has hecho caer en la cuenta de
cuál es el verdadero sentido de mi vida. ¡El amor! ¡El amor! Tú has logrado
ofrecerme lo que yo nunca había sido capaz de comprender que existía. Pedro,
piénsatelo bien. Ahora no me digas que no, por favor, si no quieres matar esta
ilusión tan especial que ha nacido en mí.
PEDRO.- Vamos a ver si puedo explicártelo.
Anoche yo intentaba hablarte de…
DIKY.- Sí, del amor verdadero. Del amor
que lo da todo y todo lo soporta y todo lo perdona, del amor que llena de
sentido todas las cosas, del amor que está dispuesto a dar la vida, del amor
que no pasa nunca. Pedro, creo que no me perdí ni una sola de tus palabras y
estoy segura de que nunca las olvidaré. Eres formidable, Pedro, eres un hombre
especial. Hasta ayer yo había sido una estúpida. ¿Sabes? Yo no salía con Tony
porque lo amara de verdad, no. En realidad salía con él porque es un chico
guapo y fuerte con el que todas querían salir. Siendo su chica era como la
dueña de un juguete que todas desean y así era la envidia de todas. Pero con él
no era feliz, es un chico muy violento, siempre está metido en peleas… cuando
tú me has hablado del amor, he comprendido lo equivocada que estaba, me he dado
cuenta de mi vanidad… el amor no mira la belleza de fuera, el amor no tiene en
cuenta la edad…
PEDRO.- Vamos a ver, tienes que
escucharme, deja que te explique una cosa. Cuando yo hablaba del amor quería
decir…
DIKY.- (Muy emocionada) Otra vez lo has dicho, cuando dices esa palabra
siento una alegría muy grande dentro de mí.
PEDRO.- Lo que intento explicarte es
que…
DIKY.- Ya no necesito que me digas
nada. Ya no tienes que explicarme nada. Mi vida ha comenzado a ser otra, ahora
veo todo el tiempo que he malgastado, pero creo que no es tarde. Me habría
gustado mucho haberte conocido antes, pero ya es una suerte haber hablado
contigo. Todavía es el momento de empezar de nuevo. No me digas nada ahora. Tan
sólo piensa en lo que te he dicho. ¿Lo prometes?
PEDRO.- Diky, escúchame tan sólo un
minuto, por favor.
DIKY.- Yo sé que lo pensarás. Mañana me
darás tu respuesta. Ahora debo marcharme.
(Diky sale por la puerta de la calle sin que Pedro pueda
detenerla. A Pedro le ha aumentado el dolor de cabeza y tiene cara de enfermo.
Habla sintiéndose impotente.)
PEDRO.- Pero, Diky, escúchame… yo no
pretendía que te enamoraras de mí. Yo quería comunicarte el mensaje de Jesús…
yo hablaba del amor pero del amor de Dios… sí… del amor de Dios. Yo soy
sacerdote Diky, soy cura… es inútil. No he conseguido que me escuche. ¿Por qué
me ha tenido que pasar a mí esto? ¿Ahora qué voy a hacer? ¡La iglesia de la juventud!
Vaya una idea genial. Voy a terminar volviéndome loco del todo. Por cierto,
cuánto tarda la Angus. Eso es buena señal, seguro que ha encontrado a Poli y le
ha explicado todo lo que pasa y ya está todo solucionado. Claro que cuando yo
le cuente en el lío que estoy metido… mejor no le digo nada… bastante tiene con
el suyo… anda que si no lo ha encontrado, me temo que estamos perdidos. Y
pensar que yo lo veía todo tan estupendo. ¿Quién lo iba a decir?
(Una breve pausa y entra Angustias)
ANGUSTIAS.- (Tiene la respiración entrecortada como de haber estado corriendo)
No he conseguido nada. Ese chico no quiere atender a razones. Al final lo he
perdido de vista.
PEDRO.- ¿Qué vamos a hacer ahora?
ANGUSTIAS.- Estoy pensando que como
toda la culpa es tuya, y como tú eres el principal afectado…
PEDRO.- ¿Cómo que yo soy el principal
afectado? De quien se ha enamorado Poli ha sido de ti.
ANGUSTIAS.- Ya, ya. Pero a quién cree
que tiene que quitar de en medio es a ti, porque piensa que te interpones entre
él y yo.
PEDRO.- ¿Cómo que me tiene que quitar de
en medio? ¿Qué crees tú que va a hacer?
ANGUSTIAS.- Seguramente habrá ido a
buscar una navaja así de grande y no
tardará en volver.
PEDRO.- (Muy asustado) ¿Tú crees que hará eso?
ANGUSTIAS.- La verdad es que no lo sé,
pero aquí la juventud las gasta así. Casi todos los fines de semana hay alguna
pelea; y las intenciones de Poli no parecía que fueran muy limpias.
PEDRO.- Ay, Dios mío, ayúdame. Tú sabes
que yo quería hacer algo bueno, no permitas que me pase nada.
ANGUSTIAS.- Bueno, yo me voy.
PEDRO.- ¿Cómo que te vas? Angustias, no
te vayas. No puedes dejarme solo. ¿Dónde vas a ir ahora?
ANGUSTIAS.- Voy a ir a ponerme mi
queridísimo hábito, que nunca me lo tendría que haber quitado. Quiero estar
vestida de mí misma antes de que vuelva a ocurrir algo desagradable.
PEDRO.- No puedes irte ahora. ¿Y si
viene Poli con la navaja y me mata? ¿Qué?
ANGUSTIAS.- Y si estoy yo aquí ¿qué es
lo que vamos a conseguir? ¿Que nos mate a los dos? No.
PEDRO.- A ti no te va a matar, ¿no ves
que te ama? ¿Cómo te va a matar si te ama? Por favor quédate y se lo explicas
todo. Le dices que si te ama de verdad que no me mate. Por favor, no te vayas.
ANGUSTIAS.- Pero si me visto de monja
no tendré que explicarle nada porque todo estará claro. Tú deberías hacer lo
mismo, ponte tu sotana y así no tendrás que dar explicaciones, se dará cuenta
de que eres cura.
PEDRO.- (A punto de echarse a llorar) Es que yo no tengo ninguna sotana.
Con la que tenía hice unos trapos para limpiar el polvo. Toda la ropa que tengo
es tan hortera como ésta. Pero te prometo que si salgo con vida de ésta me
compraré la sotana más negra que encuentre y no me la quitaré ni para dormir.
ANGUSTIAS.- Ay, don Fabián ¿Por qué lo
cambiaron a usted de parroquia? Con don Fabián nunca nos habría ocurrido nada como
esto.
PEDRO.- Hermana Angustias, por favor,
no te vayas. Tienes que ayudarme.
(Entra Tony. Vestido también estilo heavy, con muy mala
pinta y un aire muy violento.)
TONY.- Vengo buscando a ese cerdo de
Pedro. Ah, estás aquí y por lo que veo no te conformas con una.
PEDRO.- Pero, si yo no te conozco.
TONY.- Vaya, que poca memoria tienes.
De anoche a esta mañana ya no te acuerdas. Pero yo te la voy a refrescar. (Se va acercando a Pedro con aire muy
violento, Pedro está espantado, muerto de miedo.)¿No te acuerdas de anoche?
(Lo coge del pecho)
PEDRO.- De anoche no me olvidaré en
toda mi vida, pero déjame que yo te lo explicaré todo.
TONY.- No te olvidarás en toda tu vida,
no. Yo me encargaré de dejarte bien grabado por todo el cuerpo que hay que respetar
a las chicas de los demás.
ANGUSTIAS.- ¿Pero se puede saber qué
significa todo esto? ¿Tú quién eres? ¿Qué es lo que te ha hecho Pedro? ¿Eres
amigo de Poli, quizás?
TONY.- Yo estaba saliendo con una chica
hasta anoche. Pero este energúmeno la cogió y empezó a decirle una tira de
majaderías. Le calentó el tarro de tal manera que ahora me ha dicho que me las
pire. Y yo me habré quedado sin chica, pero a este individuo no le van a quedar
ganas de ligarse a las chicas de los demás durante el resto de su vida.
PEDRO.- Te aseguro que yo no pretendía
ligarme a Diky. Lo que pasa es que ella…
TONY.- Así que la querías sólo para una
noche. Pues te has equivocado, tío. Vas a pagar muy caro lo que le has hecho a
ella.
PEDRO.- Pero si yo no le he hecho nada.
Verás como todo se aclara. Tú no me mates que yo procuraré que vuelva contigo.
TONY.- No voy a matarte, imbécil. Yo no
soy un asesino. Tan sólo te dejaré algún recuerdo para que no olvides nunca
quien es Tony.
PEDRO.- Verás, todo es un malentendido.
Yo soy sacerdote, soy cura... lo único que buscaba era…
TONY.- Ah, con que encima eres cura.
Pues hoy vas a saber lo que yo hago con los curas que se ligan a las chicas de
otros.
PEDRO.- Pero, si no es eso… yo no
quería ligarme a nadie… lo que pretendía era…
TONY.- (Lo tiene ya pegado a la pared y levanta el puño con una expresión muy
violenta.) Nunca me han gustado los curas y mucho menos los que cuelgan los
hábitos para quitarle la novia a los demás. ¿Qué es lo que pretendías? ¿Qué se
fuera de monja?
PEDRO.- Mira, Tony, no te pongas así.
Estoy seguro de que ella volverá contigo cuando se lo expliquemos todo y todo
esto será como un malentendido muy gracioso. Jejejee. (La risa le sale muy forzada)
TONY.- (Retira el puño). Olvídate de ella, no vuelvas a hablar con ella,
imagínate que no la has conocido nunca. ¿Has entendido?
PEDRO.- (Algo más aliviado) Sí, entendido. Nunca la he conocido. No volveré
a hablar con ella.
TONY.- Y ahora, ya que eres cura, ponte
a rezar. Porque pienso volver.
PEDRO.- (Volviendo a poner cara de terror) ¿Que piensas volver? Pero si ya
te he dicho que no voy a volver a hablar con ella.
TONY.- Quiero que conozcas a unos
amigos.
PEDRO.- Por favor, no me hagáis nada.
Yo no quería… (Tony sale y se queda Pedro
muerto de miedo con Angustias que lo ha estado mirando todo sin entender nada.)
Pero… ¿Qué mosca le ha picado a este?
ANGUSTIAS.- ¿Se puede saber qué es lo
que ha pasado? ¿Quién es Diky.
PEDRO.- Ya lo has oído, Diky es la
novia de este muchacho. Y lo ha dejado porque cree que está enamorada de mí.
ANGUSTIAS.- Así que tú también te has
visto metido en un lío. ¿Por qué no me has dicho nada?
PEDRO.- Es que no quería que sufrieras.
Bastante mal estabas con lo que te había pasado con Poli.
ANGUSTIAS.- Ah, qué bonito. No querías
que yo sufriera. ¿Qué es lo que pretendías?
PEDRO.- Pero… ¿Qué estás pensando?...
yo no pretendía nada.
ANGUSTIAS.- Ya me lo estás contando
todo. Porque yo estoy metida en este lío tan gordo por tu culpa.
PEDRO.- Está bien. Te lo explicaré.
Cuando tú saliste para buscar a Poli, se presentó aquí Diky.
ANGUSTIAS.- Muy bien. Continúa. ¿Qué
pasó?
PEDRO.- Pues, más o menos, lo que ya
has oído. Que me dijo que me amaba y que había roto con Tony por mí. No me dejó
hablar. Tan sólo quería que yo lo pensara y que mañana le diera una respuesta.
Yo no pude explicarle nada porque no me dejó hablar. Como suponía que mañana se
quedaría todo aclarado no te quise decir nada.
ANGUSTIAS.- (A punto de echarse a reír) De modo que te pasaste la noche
ligando.
PEDRO.- No digas eso. Tú sabes que no
tenía ninguna intención de ligar. Le hablé de los grandes ideales de la vida,
del valor de la entrega, de la libertad y de la verdad y sobre todo del amor
verdadero. Y hablar del amor… fue mi perdición. Porque me parece que ella lo entendió
de otra manera.
ANGUSTIAS.- Pedro, espero que todo esto
se aclare, porque si no, vamos a estar metidos en un buen lío. Y, desde luego,
a mí no me pidas nunca más que me meta en un asunto como este.
PEDRO.- Un momento, un momento… te
recuerdo que la idea de irnos al botellón la tuviste tú.
ANGUSTIAS.- Sí, pero fue porque tú me
comiste el coco.
PEDRO.- Por favor, no vuelvas a hablar
así, que tú eres una religiosa y yo un sacerdote. Vamos a comportarnos como lo
que somos.
ANGUSTIAS.- Bueno, Pedro, creo que no
debemos culparnos porque las cosas hayan salido mal. Me parece que haber
intentado hacer algo nuevo ha sido algo bonito. Ha merecido la pena.
PEDRO.- No cantes victoria todavía,
porque mira quien viene por ahí.
(Van haciendo su entrad Poli con sus 4 amigos, todos con muy
mala pinta y con expresiones muy violentas.)
AMIGO 1.- ¿Quién es el tipo ése?
POLI.- El único tipo que hay aquí. ¿No
lo ves?
AMIGO 2.- ¿Qué pasa tío? ¿Estás
preparado para tener un cambio de impresiones con toda la pesca?
PEDRO.- (Intentando adoptar su papel de sacerdote, aunque muy asustado.)
Perdonad, muchachos. Me llamo Pedro y estoy encantado de recibiros en mi casa.
Si os he molestado en algo, os ruego que me perdonéis porque no ha sido mi
intención.
AMIGO 3.- Vaya, vaya. Ahora resulta que
el muchacho es inocente.
AMIGO 4.- Vamos a dejarnos de
tonterías. Hemos venido a por esa chica, y nos la vamos a llevar aunque
tengamos que pasar por encima de tu cadáver.
PEDRO.- A ver si os puedo aclarar las
cosas. Lo primero es que esa chica no es mía. ¿Está claro? Yo no tengo nada que
ver con ella.
POLI.- Mira tío, yo no estoy para
bromas.
ANGUSTIAS.- Os está diciendo la pura
verdad. Lo que tenéis que hacer es tranquilizaros un poco para que os podamos
explicar lo que pasa. ¿Vale?
AMIGO 1.- ¿Entonces que hacéis aquí los
dos? Está claro que te tiene dominada, por eso no te atreves a decirle lo que
piensas de verdad.
PEDRO.- ¿Que yo la tengo dominada?
¿Pero qué demonios os habéis creído?
POLI.- Angus, tú me has dicho que me
querías, yo sé que es verdad porque lo he notado. No puedes permitir que este
paleto te controle.
ANGUSTIAS.- Vamos a ver. Si os
tranquilizáis un poco yo os lo explico todo. ¿De acuerdo?
PEDRO.- Eso, eso. Vamos a tratar de
tranquilizarnos todos, que cada vez me duele más la cabeza y creo que me va a
estallar.
ANGUSTIAS.- Este señor se llama Pedro y
es sacerdote, es el párroco de Santa Eduarda.
AMIGO 1.- ¿Estás diciendo que ese
mamarracho es cura? Vamos eso no te lo crees ni tú.
ANGUSTIAS.- Así que no me lo creo ni
yo, ¿eh? Pues también debéis saber que yo soy monja. Y además estoy muy
contenta de ser monja. Así que no he intentado ligar con nadie.
AMIGO 2.- Vamos, eso ya no hay quien se
lo trague. Si anoche te vi fumando canutos.
AMIGO 3.- Me parece que te vas a tener
que inventar otra historia, porque nosotros nos sabemos el final de esta
película.
AMIGO 4.- Sí, y al final vosotros
acabáis mal, muy mal.
POLI.- A ella no se os ocurra tocarla.
PEDRO.- No tenéis más que ver dónde
estáis. ¿No os dais cuenta? Mirad el crucifijo, mirad la foto del papa ¿queréis
más? Mirad la estantería con los libros de misa, ¿queréis que pasemos también a
la iglesia para convenceros de una vez?
AMIGO 1.- (Mirando con sorpresa todo lo que Pedro indica) Tío, parece que hablan
en serio.
(Se miran entre ellos)
AMIGO 2.- Yo creo que es mejor que nos
larguemos de aquí.
POLI.- ¿Me he enamorado de una monja?
Esto es muy fuerte, tío. Como le digáis algo a alguien os juro que os rajo.
(Antes de que se marchen se presenta Tony con sus tres
colegas)
TONY.- Ahí lo tienes.
COLEGA 1.- Yo no veo a ningún cura.
TONY.- (Señalando a Pedro con cara de asco.) Es ese tipo.
COLEGA 2.- ¿Ése es el cura? Pues vaya
una pinta que tiene.
COLEGA 3.- Bueno ¿y que hacen estos
aquí? ¿Ibais a dar catecismo?
AMIGO 1.- Nosotros ya nos íbamos.
Pegarse con un cura es muy chungo.
COLEGA 1.- Es que por culpa de los
curas mi hermana se ha metido a monja. Mis padres lo han pasado muy mal. Por
eso prometí vengarme con el primer cura que se cruzara en mi camino. Así que he
venido a hacer justicia.
PEDRO.- ¿Hacer justicia? Te aseguro que
yo no tengo nada que ver con tu hermana. Yo no tengo ninguna culpa de eso.
COLEGA 1.- Tú eres un cura y todos los
curas tenéis la culpa. Así que vas a pagar por ello. (Empieza a sacar una navaja enorme y Pedro lo mira espantado.)
PEDRO.- Déjame tranquilo. Yo te prometo
que buscaré a tu hermana y la convenceré para que deje el convento y vuelva con
tu familia. Si quieres le digo que se busque un novio y se case.
COLEGA 1.- Yo no quiero que mi hermana
se case. Yo odio a los curas y odio a las monjas. Por eso no quiero tener una
hermana monja.
ANGUSTIAS.- ¿Pero que te han hecho las
monjas?
COLEGA 1.- Tú no te metas en esto… ¿O
es que eres monja?
ANGUSTIAS.- ¿Monja yo? ¿Pero no ves la
pinta que tengo? ¿Tú crees de verdad que con esta pinta puedo ser monja?
PEDRO.- Recuerdo que me llamó Julián,
el policía para que le hiciera una partida de bautismo. Debe de estar a punto
de llegar.
TONY.- Sí, ella es monja. Pero yo creo
que será mejor que nos marchemos antes de vernos metidos en un lío.
COLEGA 2.- Sí, será mejor que lo
dejemos ya porque si viene la pasma empezarán a hacer preguntas.
COLEGA 3.- Además tu hermana siempre
era muy beata. Los curas no pueden tener la culpa de que ella sea monja.
COLEGA 1.- Sí tienen la culpa y tengo
que vengarme.
AMIGO 4.- Tío pasa ya del tema. Vamos a
darnos el piro antes de que venga el poli ese.
POLI.- Como alguien cuente algo de esto
lo pagará.
(Empiezan a salir todos. El último será el Colega 1 que
antes de salir hace un gesto amenazador.)
COLEGA 1.- Os juro que algún día me
vengaré de todos.
PEDRO.- Vale, vale… adiós chicos… estoy
encantado de haberos conocido… (Pausa. Se
aseguran de que ya están fuera de peligro y se miran aliviados Pedro y
Angustias.) Menos mal que ya se han ido todos. Te aseguro que ya estaba
convencido de que era el último día de mi vida. Hasta había pensado lo que le
iba a decir a San Pedro cuando llegara.
ANGUSTIAS.- Yo sólo deseo que no vuelva
a ocurrirme nunca más nada parecido. Por mi parte voy corriendo a ponerme otra
vez el hábito y ya no me lo vuelvo a quitar nunca más.
PEDRO.- Yo te aseguro que ya he tenido
bastante con esto. A partir de ahora seré el cura más rancio y más carca que
haya pasado por Santa Eduarda.
ANGUSTIAS.- Si es que nosotros no
estamos preparados para estas cosas. Eso habrá que dejarlo en manos de los
curas y de las monjas jóvenes. Verás cómo ellos sí saben hablar en su lenguaje
y adaptarse a ellos.
PEDRO.- Ay… la iglesia de la juventud.
ANGUSTIAS.- La iglesia de la juventud.
TELÓN
EPÍLOGO
(El Escenario sigue siendo el mismo. Todo debe de estar
completamente en orden. Entra Fabián por la puerta de la calle, vestido con
ropa juvenil tipo heavy o punky, debe resultar muy ridículo.)
FABIÁN.- Peter, tío, ¿dónde andas? Soy
yo, el Fabi. ¿Sabes? Me has convencido. ¿Pero estás ahí o no? Es que en mi
nueva parroquia tengo muchos jóvenes y no acierto como llegar a ellos. De
pronto, zas, he pensado que nadie mejor que un profesional como tú. Hay que
saber encarnarse con la juventud. Peter ¿Estás o no estás?
(Entra Pedro por la puerta de la iglesia, vestido de sotana
con gafas y con la expresión muy mística, peinado a raya y con las manos
recogidas sobre el pecho.)
PEDRO.- Ave María Purísima, don Fabián.
Sabe usted que en Santa Eduarda seguirá teniendo siempre su casa. Ha hecho muy
bien de venir por aquí. (Con una risita
muy forzada) Veo que se ha puesto usted muy moderno.
(Fabián está como viendo visiones, cierra y abre los ojos
varias veces, se restriega las manos y mira otra vez, se pellizca y se da
alguna torta para comprobar que no está soñando.)
FABIÁN.- Pero, ¡Peter! ¿Qué haces
vestido así? ¿Es que vas de Carnaval?
PEDRO.- Pues, no. Más bien voy a
preparar una reunión con las Marías de los sagrarios que tengo dentro de una
hora. Pero, no te preocupes que para mí es más importante atender a un
sacerdote. Oye ¿Sabes que me has dejado unos grupos muy comprometidos en esta
parroquia? Durante todos estos años has hecho un gran trabajo pastoral.
FABIÁN.- Pero, ¿no crees que todo eso
está ya pasado de moda?
PEDRO.- Don Fabián, ¿cómo puede usted
decir eso? El Evangelio nunca pasa de moda. El Evangelio es siempre actual. Y
los sacerdotes tenemos siempre entre manos el Evangelio.
FABIÁN.- Pero, Peter, si tú decías que
había que hablarle a la juventud en su mismo lenguaje, para que pudieran
comprender eso, el Evangelio.
PEDRO.- Por favor, don Fabián, no me
llame usted Peter, yo me llamo Pedro. ¿Sabe una cosa? Creo que he entendido que
para acercarme a la gente no me hace falta dejar de ser quien soy. Y yo soy un
sacerdote, no un joven pasota. Así que lo mejor será que no intente ser otra
cosa. Y el que lo quiera entender que lo entienda.
FABIÁN.- Mira tío, tú me estás
vacilando. ¿Verdad? Te quieres quedar conmigo.
PEDRO.- Don Fabián, yo ya no entiendo
ese modo de hablar. Si le digo la verdad, me trae muy malos recuerdos. Mire, si
usted se atreve, pues hala, láncese a la aventura. A lo mejor le sale bien y
todo. Ya me contará. Pero yo… noooooo. Ya he tenido bastante…
FABIÁN.- Hummmm, aquí ha pasado algo.
Bueno, ya me las arreglaré yo solo, veo que contigo no voy a tener mucha ayuda.
Pero no te creas que te vas a quedar tú con la exclusiva de la iglesia de la
juventud.
PEDRO.- ¿La exclusiva? Puedes estar
tranquilo. Te la dejo toda para ti.
(Entra Angustias por la puerta de la calle, vestida con el
hábito de monja que tenía al principio. Al ver a Fabián se pone muy contenta.)
ANGUSTIAS.- Ya estoy aquí. (Reconciendo a Fabián) Don Fabián, pero
si es usted, ¡qué alegría de que se haya animado a venir a Santa Eduarda.
Parece usted más joven, se ve que la nueva parroquia le ha sentado muy bien.
FABIÁN.- Pero hermana, yo creía que tú
te habías modernizado. ¿Qué es lo que te pasa? Además, no me hables de usted
que me haces más viejo.
ANGUSTIAS.- Pero si yo siempre le he
hablado de usted y además lo he tratado con mucho respeto.
FABIÁN.- ¿Se puede saber que os pasa?
Desde que he entrado aquí siento como su oliera todo a bolas de alcanfor.
ANGUSTIAS.- Pues ya ve, don Fabián,
hemos decidido seguir otras líneas pastorales, mejor dicho, seguir las líneas
pastorales que usted llevaba aquí.
PEDRO.- No queremos correr ningún
riesgo.
FABIÁN.- ¿Ningún riesgo? A mí me parece
que aquí os habéis vuelto todos locos.
(Suena el reloj dando la hora)
PEDRO.- Vamos que es ya la hora y
tenemos que rezar el rosario.
ANGUSTIAS.- Don Fabián, si usted quiere
se puede unir a nosotros en el rosario. A la gente le dará mucha alegría verle
por aquí.
FABIÁN.- ¿El rosario? Bueno, iré,
supongo que rezar el rosario no tiene por qué estar pasado de moda. Yo creo que
a los curas y a las monjas no hay quien los entienda.
(Se van los tres por la puerta de la iglesia. Se cierra el
TELÓN)