Críspula y el hechizo codificado
1. MAGANAPIA Y
SUS ESBIRROS
(Vemos a MAGNAPIA.
Está vestida de bruja con sombrero típico y una túnica negra, lleva una
varita feísima arrugada y cutre, la acompañan sus tres ayudantes: PERVER,
TENEBRO Y MALEVOL.)
MAGNAPIA.-
Vamos hay que darse prisa, que tenemos mucho trabajo. Y no hagáis ruido hasta
que termine el conjuro del sueño profundo, no vaya que se despierten. Carra
patosa, gorri gorri posa, mara marasma, marro marrón, que todo quisqui duerma
como un lirón. (Mueve la horrorosa varita
haciendo una especie de baile.)
PERVER.-
Qué bien jefa, lo haces todo tan bonito que resulta emocionante venir a
destruir a los niños.
MAGNAPIA.-
Imbécil, te he dicho que no vamos a destruir nada. Se trata sólo de hacer un
pequeño cambio. Ja JA JAJA.
MALEVOL.-
Es que Perver nunca se entera de las instrucciones que nos das. Se pasa el
tiempo leyendo esas estúpidas revistas de vampiros.
TENEBRO.-
Por lo visto hay alguna vampiresa por ahí que viene a visitarlo.
MAGNAPIA.-
¿Queréis callaros de una vez? ¿Es que no comprendéis la trascendencia de lo que
hoy estamos haciendo? A partir de mañana el mundo ya no será lo mismo. Venga
cada uno a su puesto. (Se mueven por el
escenario y ponen varias posturas hasta que lleguen a la que consideren
adecuada.) Levantad las varitas. Primero tú Tenebro. Di las palabras
mágicas.
TENEBRO.-
(Vacilante) Carra … patosa…
MAGNAPIA.-
No, imbécil, ese ya lo he dicho yo. Tienes que decir el otro, el de los libros.
MALEVOL.-
Ya sabía yo que se equivocaría.
TENEBRO.-
¡Ah, sí! Pues hazlo tú, listo.
MAGNAPIA.-
¡No empecéis! Y tú vuelve a intentarlo. Recuerda pervertio, pervertionis…
TENEBRO.-
Pervertio pervertionis, maléfico plan, los libros cambiarán.
MAGNAPIA.-
Ahora te toca a ti Perver.
PERVER.-
Pram parapam leche y pestiños, esto será para los niños.
MAGNAPIA.-
Muy bien, te vas mejorando mucho. Pronto harás cosas terribles por tu cuenta.
TENEBRO.-
Lo que hace el amor vampírico.
PERVER.-
Pues no es por eso.
MAGNAPIA.-
¿Queréis dejar ya eso? Vamos ahora tú Malevol.
MALEVOL.-
Es que no me acuerdo.
TENEBRO.-
Anda, míralo, el que se reía de mí… ¡Cabeza de chorlito!
MAGNAPIA.-
Si no fuera porque te necesito te hacía ahora mismo un hechizo freidor.
MALEVOL.-
No, Magnapia, un freidor no, que la última vez lo pasé muy mal. Ya me estoy
empezando a acordar. Buscar, hallar, tener, perder… esto…
MAGNAPIA.-
Vamos, termina de una vez.
MALEVOL.-
será lo que van a aprender. Ya lo dije. Uf.
MAGNAPIA.-
Menos mal. Ahora yo daré el último toque. Codex. (Realiza extraños movimientos, pone cara de estar haciendo algo muy
difícil, los otros tres la miran con mucho interés y siguen con cara de bobos
todos sus movimientos.) Ya está todo. Podemos marcharnos. ¡Qué sorpresa se
llevarán cuando se levanten mañana! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
(Todos ríen con esa risa típica
de los malvados mientras salen de la escena.)
2.
ESPERANDO A CRÍSPULA
(Amanece, suena el despertador y
enseguida aparece ISA en camisón de dormir. Se despereza, entra en otra
habitación vuelve a salir, se trata de demostrar que acaba de levantarse, se
asea y empieza a preparar el desayuno, luego va a llamar a los niños. ANTONIO y
JUAN. Los dos aparecen en escena con cara de sueño, entre los tres ponen la
mesa y empiezan a tomarse el desayuno, así empiezan a estar vivos)
ANTONIO.-
Podrías dejarnos dormir más tiempo, ya tendremos que madrugar cuando empecemos
a ir otra vez al colegio.
ISA.-
No seas tan dormilón, Antonio, sabes muy bien que hoy tenemos muchas cosas que
hacer. Me prometisteis ayudarme a ordenar la habitación de los trastos.
JUAN.-
Es verdad. Además a mí me gusta mucho levantarme temprano cuando estamos de
vacaciones porque así tengo más tiempo para no hacer nada.
ANTONIO.-
Pues a mí me gusta más dormir hasta que ya no aguanto más en la cama. Encima
tenía un sueño muy bonito cuando has venido a despertarme.
JUAN.-
Pues yo, cuando tengo un sueño bonito y me despierto luego sueño con la segunda
parte.
ANTONIO.-
Porque tú eres tonto.
ISA.-
Antonio, te tengo dicho que no le llames tonto a tu hermano Juan.
JUAN.-
Déjalo, mamá, a mí me da igual. Lo que le pasa es que le da envidia porque él
no sabe continuar con los sueños bonitos.
ISA.-
Os tengo que dar una buena noticia.
ANTONIO.-
Menos mal, por fin vamos a oír algo que nos guste.
JUAN.-
¿De qué se trata, mamá?
ISA.-
Hoy nos ayudará Críspula con su magia a poner en orden la habitación de los
trastos. Por eso quería que estuvierais bien despiertos para cuando ella
llegue.
JUAN.-
Será estupendo. Críspula es la famosa bruja que se convirtió en hada gracias a
las palabras amables de los niños. Siempre está ayudando a todo el que la
necesita. ¿Me puedo leer un cuento para después contárselo.
ANTONIO.-
Yo también quiero contarle un cuento a Críspula.
ISA.-
Está bien, pero antes ayudarme a recoger la mesa.
(Recogen la mesa, Juan
entusiasmado y Antonio un tanto desganado. Después buscan un cuento; cada uno
se pone a leerlo con una postura original: por ejemplo tumbado en el suelo con
las piernas hacia arriba o sentado boca abajo en el sillón.)
ANTONIO.-
Yo voy a leer éste del pequeño vampiro.
JUAN.-
Pues yo me voy a leer este de una pandilla de amigos.
(Sus caras demuestran que no les
gusta mucho lo que están leyendo.)
JUAN.-
¿Qué ha pasado aquí? Este cuento ya no es como antes. Ahora en lugar de hacer
que los niños sean buenos está contando una historia de niños muy gamberros,
hasta dice que así es como mejor se lo pasan. Parece como si el libro
pretendiera que nosotros también seamos así.
ANTONIO.-
En mi cuento sucede lo mismo. Todo está cambiado. Los que se supone que son los
buenos dicen palabrotas y hacen solamente cosas malas. Este libro es un mal
ejemplo.
(Llaman a la puerta)
ISA.-
Debe ser Críspula. Ya ha llegado.
JUAN.-
Y ahora ¿Qué vamos a hacer?
ANTONIO.-
No podemos contarle estos cuentos tan horribles.
ISA.-
(Abre la puerta y saluda a Críspula, es
un hada radiante, hermosa, alegre y muy dicharachera.) ¡Críspula! ¡Qué
bueno que estés aquí! ¡Cuántas ganas teníamos de verte con nosotros!
CRÍSPULA.-
Yo también estoy encantada. Tú eres Isa, no me imaginaba que serías tan joven y
tan guapa. Estoy encantada de haber venido.
(Los niños van muy contentos a
saludar a Críspula)
JUAN.-
¡Críspula! ¡Qué contento estoy de que hayas venido!
CRÍSPULA.-
Yo también, además sabes que te estoy muy agradecida por tu apoyo y tus
palabras amables. Tú eres Juan ¿Verdad?
ANTONIO.-
¡Eh! Que ya también dije palabras amables y pensé cosas buenas de ti.
CRÍSPULA.-
Ah, claro que sí. Tú eres Antonio. También me acuerdo de ti.
JUAN.-
Te íbamos a contar un cuento pero ya no podemos. Ha pasado algo extraño.
CRÍSPULA.-
Pues contadme lo que sucede. Ningún problema es grande para un hada como yo.
ANTONIO.-
Los cuentos han cambiado y cuentan historias malvadas.
JUAN.-
Sí, son cuentos que nos quieren dejar un mal ejemplo, para que digamos palabrotas
y no vayamos al colegio…
ANTONIO.-
Nos enseñan a triunfar haciendo trampas, a decir mentiras y a reñir con los
amigos.
ISA.-
Bueno, tranquilos. Seguro que Críspula sabe cómo resolver el problema.
CRÍSPULA.-
Por supuesto que sí. Lo que sucede es que vuestros cuentos han sido hechizados
por alguna bruja con perversas intenciones.
JUAN.-
¿Eso significa que una bruja ha entrado en esta casa?
CRÍSPULA.-
Sí.
ANTONIO.-
¡Qué miedo! Menos mal que sólo ha hechizado los libros.
CRÍSPULA.-
Pero el hechizo podría tener terribles consecuencias. Imaginaos si los niños se
dejan guiar por el mal ejemplo de estos cuentos. Será terrible, surgirá una
generación de hombres violentos, mentirosos, incultos… una generación malvada
que destruirá el mundo.
ISA.-
Eso es algo terrible. ¿Qué vamos a hacer? Dinos, Críspula. ¿Cómo podemos
solucionarlo?
CRÍSPULA.-
Con mi magia, por supuesto. Gracias a Dios os habéis dado cuenta antes de que
sea demasiado tarde. Ahora haré un conjuro y conseguiré deshacer el hechizo.
JUAN.-
¡Qué emocionante! Vamos a ver cómo Críspula hace magia.
ANTONIO.-
Yo tengo un poco de miedo.
CRÍSPULA.-
No hay nada que temer. Vais a ver que fácil es para Críspula resolver un
problema. Guardad silencio, mucha concentración. Diré las palabras mágicas.
Vola volando, voltea volteando, todo volverá. Libros escuchadme, seréis como
siempre buenos maestros para los niños. Seguid en silencio, quietos, ahora
tengo que dar un pase con mi varita.
Así.
(Aparece un mensaje del estilo
de los mensajes del ordenador dice lo siguiente: Introduzca el código
descodificador; debajo dice: ¿Olvidó su código? Pulse aquí.)
¡Maldita
sea! Perdón, es que me he enfadado conmigo misma. Este hechizo está codificado.
Seguro que ha sido obra de Magnapia. Últimamente le ha dado por hacer hechizos
codificados pero como es tan tonta deja siempre una posibilidad para recordar
la contraseña. Sólo tenemos que pulsar aquí.
JUAN.-
Pero podrás deshacer el hechizo, ¿verdad?
CRÍSPULA.-
Tranquilo esto va a ser tan sencillo como pulsar aquí.
(Pulsa con la varita en el lugar señalado y
aparece otro mensaje: Una reina grande que mora cerca del Nilo lo guarda en
algo redondo para su dedo.)
CRÍSPULA.-
Ya tenemos aquí la pista.
ANTONIO.-
Pero ¿Qué significa eso?
ISA.-
Debe ser un mensaje en clave.
CRÍSPULA.-
Sí, pero con un poco de cabeza lo conseguiremos averiguar. A ver ¿En dónde está
el Nilo?
JUAN.-
En Egipto.
CRÍSPULA.-
Entonces ya sabemos que la reina que dice vive en Egipto.
ANTONIO.-
Pero si en Egipto no hay ninguna reina.
CRÍSPULA.-
Porque debe ser una reina de la antigüedad. Una reina grande.
JUAN.-
¡Cleopatra!
CRÍSPULA.-
Ya sabemos que la clave la tiene Cleopatra.
ISA.-
Pero la tiene en algo redondo para el dedo. Eso debe ser un anillo.
CRÍSPULA.-
Por lo tanto, queridos niños tengo algo importante que hacer. Viajaré por el
tiempo para encontrar el anillo de Cleopatra y conseguir la clave para
descodificar el hechizo.
JUAN.-
Pues yo voy contigo.
CRÍSPULA.-
Ni pensarlo, Juan. Esto es muy peligroso para ti. Antonio, convence a tu
hermano para que no venga.
ANTONIO.-
No puedo, porque yo también quiero ir contigo.
CRÍSPULA.-
¿Estáis locos? ¿Qué dices Isa?
ISA.-
No quiero que vayas sola y yo sé que si van contigo no les pasará nada. Así que
los dejo en tus manos. Ya me contaréis las aventuras que vais a vivir.
CRÍSPULA.-
Me dejas de una pieza. Entonces venid aquí. Hacemos con la varita un círculo
así, no os mováis que tenemos que quedar todos dentro del círculo. Y ahora los
pases mágicos y digo: tempo temporum, barra barrorum, iremos a Egipto a ver a
Cleopatra.
3.
EN EL ANTIGUO EGIPTO
(Nos tenemos que situar ahora en
el antiguo Egipto, en los tiempos de Cleopatra. Contem-plamos lo que sucede.
Resulta que nuestra querida reina tiene una hermana que con sus tres siniestros
consejeros está planeando algo, son muy malos y muy feos; y se parecen mucho a
Magnapia y sus tres ayudantes. Puede que fueran sus antepasados.)
MALARTARI.- (La
hermana) Espero que seáis conscientes de lo importante que es el paso que
vamos a dar. Tened en cuenta que es mucho lo que hay en juego. No se trata sólo
de nuestros intereses sino de la dignidad de Egipto.
DEMONÓN.-
(Un consejero) Bueno, pero a nosotros
lo que más nos interesa son nuestros intereses. A mí me ha emocionado mucho
saber que si esto sale bien nos vamos a forrar.
MALARTARI.-
Por supuesto que tendremos grandes riquezas y alcanzaremos mucho poder. Por eso
tenemos que llevar a cabo nuestro plan sin miramientos. Pero no olvidéis que lo
que nos mueve es la dignidad de Egipto.
MENTIRAFIS.-
Yo estoy muy ilusionado con todo este plan. Cuando seamos ricos y poderosos
podré conquistar el corazón de Bisis.
DEMONÓN.-
Ya ha salido Mentirafis con su vena romántica. Claro con esa pinta que tienes
no conquistas tú ni el corazón de una manzana.
RATÉS.-
Déjalo que tenga ilusión por algo. Cuando lleguemos a la cumbre haremos
realidad nuestros sueños.
MALARTARI.-
Bueno. Recordad que hay que entrar a saco en el tema. Preparados que ya viene.
CLEOPATRA.-
Estoy muy contenta hermana mía. Hoy es para mí un día radiante.
RATÉS.-
Creo que hoy va a ser el día de todos nosotros.
CLEOPATRA.-
No os lo váis a imaginar. ¡Va a venir Julio César en persona! Mi corazón está a
punto de salirse de mi pecho.
MENTIRAFIS.-
Algo me dice que nuestra reina está enamorada. Eso es algo muy emocionante.
DEMONÓN.-
Ya nos ha salido otra vez el romántico.
MALARTARI.-
Bueno… querida hermana… tenemos algo que comentarte.
CLEOPATRA.-
Vendrá con él Marco Antonio. Van a ser momentos de especial emoción.
MENTIRAFIS.-
Vaya, no tiene bastante con uno. Esta acaba con la legión romana.
CLEOPATRA.-
Julio es valiente, inteligente y tiene todo ese encanto que da la experiencia
de la vida. Marco Antonio es joven, apasionado, dulce y sobre todo guapo, muy
guapo.
MALARTARI.-
Estábamos comentando hermana que tus tratados de paz con los pueblos vecinos no
nos reportan ningún beneficio.
MENTIRAFIS.-
Sí, majestad. Los únicos que salen ganando son los países que se llevan
nuestros productos. Repartimos y repartimos y a nosotros nadie nos da nada.
MALARTARI.-
Muy bien dicho, Mentirafis.
CLEOPATRA.-
No sé por cuál de ellos decidirme. Cada uno llena mi vida de verdadera pasión.
DEMONÓN.-
Cuando nos dedicamos a la guerra, es cuando somos poderosos. Recogemos
estupendos botines, traemos esclavos para que trabajen en nuestras tierras y
sobre todo nos ganamos el respeto de las naciones vecinas que nos pagan los
tributos sin rechistar.
RATÉS.-
Has estado genial, Demonón. Mi reina, debes reconsiderar esos tratados de paz
que no nos llevan más que a nuestra propia ruina.
CLEOPATRA.-
¿Estáis locos? Estos tratados de paz están haciendo que el mundo sea una casa
para todos. Y además, gracias a ellos he podido conocer a Julio y a Marco
Antonio.
MENTIRAFIS.-
Y dale con los tíos. Bueno, mi reina tú no tienes ningún problema porque eres
poderosa. Pero aquí me tienes a mí que no consigo siquiera que la dulce Bisis
se fije en mí. Si declaramos alguna guerra y conseguimos un buen botín yo
también tendría riquezas que ofrecer a mi amada. Lo mismo que tú estás
enamorada otros también lo estamos.
CLEOPATRA.-
No te preocupes, yo invitaré a Bisis a una fiesta de palacio y tendrás
oportunidad de conocerla. No es necesario matar a nadie para conquistar un
amor. Ay, Julio, Antonio. ¿Cuál de los dos será el elegido? Estoy hecha un mar
de dudas.
MALARTARI.-
Bueno, esas dudas te ayudará Bruto a disiparlas. ¿Es tu última palabra?
CLEOPATRA.-
Pero si todavía no me he decidido. Espero conocer a Bruto para que me ayude a
disipar mis dudas.
MALARTARI.-
Bruto lo resolverá por su cuenta. Pero yo me refiero a la guerra. ¿No habrá
guerra?
CLEOPATRA.-
Por supuesto que no.
MALARTARI.-
Bueno, nosotros ya nos íbamos.
(Se marchan los siniestros
personajes. Cleopatra se queda sola, se sienta en su trono y se queda
profundamente dormida. Este es el momento en que entran Críspula y los dos
niños)
JUAN.-
¡Qué bonito es todo! Y ¡Qué guapa es Cleopatra!
ANTONIO.-
Pero a mí no me han gustado nada esos cuatro. No planean nada bueno.
CRÍSPULA.-
Nosotros a lo nuestro. Mira, tiene el anillo en la mano y está dormida. Le haré
un hechizo para que no se despierte y podremos ver la clave para descodificar
el hechizo. Carra patosa, gorri gorri posa, mara marasma, marro marrón, que
esta reina duerma como un lirón. Vamos ahora no se despertará.
(Se acercan a Cleopatra.
Críspula intenta sacarle el anillo pero lo tiene muy encajado en el dedo. Juan
está absorto.)
JUAN.-
Es guapísima. Mira que ojos tan bonitos.
ANTONIO.-
Pero si los tiene cerrados.
JUAN.-
Pero tiene unos ojos cerrados muy bonitos. Y mira qué manos tan suaves. (Las acaricia)
CRÍSPULA.-
Es que se baña en leche de burra. Dejadla ya y ayudadme a sacar esto.
(Se oyen los comentarios de los
otros cuatro, esos que ya sabéis.)
ANTONIO.-
Ahí vienen esos, otra vez.
CRÍSPULA.-
Quietos haré un hechizo de invisibilidad y no podrán vernos. (Gira su varita) Risa risible vamos a
parecer gente invisible. Ya está.
JUAN.-
Pues yo os sigo viendo.
CRÍSPULA.-
Sí, nosotros nos seguimos viendo pero para ellos seremos invisibles. No hagáis
ningún ruido.
(Entran de nuevo los cuatro)
MALARTARI.-
¿Lo veis? Ya os dije que en cuanto se quedara sola dormiría profundamente.
Ahora es nuestra oportunidad.
RATÉS.-
Ya tengo aquí la poción para echársela en el vaso.
MALARTARI.-
Muy bien, no notará nada y en cuanto la beba, ¡zas!.
MENTIRAFIS.-
Está enamorada, yo creo que no debemos hacerle ningún daño.
DEMONÓN.-
¡Claro! Cómo tú estás enamorado ya no podemos hacer nada si ella también lo
está. Mira que eres inútil.
MALARTARI.-
Ahora no es el momento de discutir. Trae el vaso con el agua y tú trae aquí la
poción. Con un par de gotas bastará.
RATÉS.-
Se volverá loca.
MENTIRAFIS.-
Pobrecita.
MALARTARI.-
No le pasará nada. Solo que una vez que se lo beba hará todo lo que le digamos,
nada más. Entonces declararemos la guerra a todas las naciones, empezando por
Roma y por ese maldito Julio César…
DEMONÓN.-
Seremos poderosos, ricos, grandes…
RATÉS.-
Todos nos respetarán, tendremos esclavos a nuestro servicio
MENTIRAFIS.-
Y yo tendré el amor de Bisis.
(Se ríen los cuatro dando
enormes carcajadas. Malartari echa las gotas en el vaso de agua y lo pone en
una mesa que hay junto a Cleopatra. Críspula y los niños contemplan todo lo que
sucede, absortos.)
MALARTARI.-
Ya está. Vámonos antes de que despierte. Mañana comenzará una nueva etapa en la
historia de la humanidad. (Se van muy
contentos, riendo a mandíbula partida.)
CRÍSPULA.-
Bueno, ya se han ido. Vamos a mirar ese anillo.
JUAN.-
Pero… ¡Críspula! No pensarás dejar las cosas así.
ANTONIO.-
Si se bebe ese vaso de agua los otros van a declarar la guerra.
CRÍSPULA.-
Recordad que estamos en un tiempo pasado. Tenemos que dejar las cosas como
están.
JUAN.-
No, yo no pienso dejar que a Cleopatra le suceda nada malo.
CRÍSPULA.-
Hemos venido a por la clave. No podemos dedicarnos a cambiar la historia.
ANTONIO.-
Pues yo estoy de acuerdo con mi hermano. No me iré a casa sin ayudarle a
Cleopatra.
CRÍSPULA.-
Está bien cambiaremos el agua del vaso por una que no esté envenenada. (Toca el vaso de agua con su varita mágica)
Ya está. ¿Conformes?
JUAN.-
No. Porque mañana lo volverán a intentar. Tenemos que derrotar a esos cuatro
malvados.
CRÍSPULA.-
Está bien. Vamos a idear un plan. Pues sí que nos va a costar el dichoso
código.
4.
HACIENDO PLANES
(Críspula y los niños tratan de
idear un plan)
CRÍSPULA.-
Bueno, chicos. Vamos a ver que hacemos. Tengo que deciros que nos estamos metiendo
en un asunto muy peligroso. Ya veis que esos están dispuestos a todo. Incluso
a… (Lo dice horrorizada) matar.
JUAN.-
Pero a nosotros no nos puede pasar nada. Tú puedes usar tu magia y siempre
estaremos a salvo.
CRÍSPULA.-
Juan, la magia a veces no lo resuelve todo.
ANTONIO.-
Si te digo la verdad, tengo un poco de miedo. Pero nunca me perdonaría haber
dejado a Cleopatra en peligro.
CRÍSPULA.-
Has hablado como un auténtico valiente, Antonio. Si estáis decididos lo
conseguiremos. Bueno, cuando Cleopatra se despierte haré que nos reciba en
audiencia. Así podremos contarle todo lo que está pasando. Tendremos que
vestirnos con ropa de la época, para que no se note que somos del futuro.
Recordad que esta reina es muy anticuada.
JUAN.-
¿Muy anticuada?
CRÍSPULA.-
Quiero decir, que es muy antigua y por eso tenemos que respetar sus costumbres.
Una vez que nos reciba tenemos que inclinarnos y no debemos de ningún modo
mirarla a la cara.
JUAN.-
No sé si podré aguantarme. ¡Es tan guapa!
ANTONIO.-
Ahora resultará que estás enamorado. Pues que sepas que ella quiere a Julio
César.
JUAN.-
Yo no estoy enamorado, Cleopatra es muy mayor para mí. Pero es muy guapa.
Además a Julio César lo va a matar Bruto.
CRÍSPULA.-
Dejad eso ya. Que ahora sois capaces de pretender que salvemos a Julio César y
entonces no nos vamos a ir de la antigüedad en la vida. Si la miráis a la cara
ella se pondrá furiosa y puede ser terrible.
JUAN.-
Me parece que se está despertando.
CRÍSPULA.-
Silencio. No hagáis ruido. Recordad que todavía somos invisibles. Vamos
mientras a transformar nuestras ropas.
(En silencio se retiran
discretamente, sin dejar de mirar lo que hace. Críspula hace movimientos con su
varita y van cambiando las ropas de los tres hasta convertirse en auténticos
egipcios de la época. )
CLEOPATRA.-
Ah, que sueño tan hermoso he tenido. Era él, Marco Antonio. Me decía que me
amaba y que estaba dispuesto a todo por mí. Lástima que no haya sido más que un
sueño. Pero estoy segura que pronto se hará realidad. (Coge el vaso) Aquí está mi agua. Me la beberé toda.
(Se la bebe, en seguida se
levanta, coge unos papiros y empieza a leer y a escribir en ellos. Es cuando
entran Malartari y sus esbirros.)
MALARTARI.-
¿Qué tal querida hermana? ¿Has tenido un dulce sueño?
CLEOPATRA.-
El más bello que hasta ahora recuerdo. Era Marco Antonio, me declaraba su amor.
Me siento tan feliz como si hubiera sido realidad.
MALARTARI.-
¿Verdad que ya has pensado bien lo que te dijimos sobre la guerra?
CLEOPATRA.-
Pues… sí. Estoy decidida.
MENTIRAFIS.-
Bien, bien. Eres la mejor reina del mundo. La más valiente.
RATÉS.-
En cuanto nos des tus órdenes tendremos el ejército preparado.
DEMONÓN.-
La historia te recordará por tu audacia y tu tesón. Nunca imaginé que lo del
agua daría tan buen resultado.
CLEOPATRA.-
No sé que es eso del agua. Pero me temo que no me habéis entendido. Estoy
decidida. No habrá ninguna guerra.
MALARTARI.-
Entonces tenemos que recurrir al plan B.
CLEOPATRA.-
¿Qué es el plan B?
(Malartari hace un gesto con la
cabeza y los tres esbirros se lanzan sobre Cleopatra. Demonón pone en su nariz
un pañuelo. Ella intenta defenderse. Se mueve bruscamente pero va siendo cada
vez más débil hasta que cae desplomada.)
MALARTARI.-
Vamos, no perdamos tiempo. Atadla bien y ponedle una mordaza para que no pueda
pedir socorro. Dentro de muy poco Egipto será nuestro. Nosotros nos
encargaremos de todo. (Mientras hablan la
atan y la amordazan.)
MENTIRAFIS.-
Si te soy sincero, a mí me da pena. Con el sueño tan bonito que había tenido.
RATÉS.-
Tú vas a tener a partir de ahora sueños mucho mejores.
MALARTARI.-
Ya sabéis. En la gran pirámide tengo reservado un precioso lugar digno de una
reina estúpida como ésta.
DEMONÓN.-
Menos mal que cuida mucho su figura. Así nos resulta más fácil transportarla.
Qué poquito pesa.
MALARTARI.-
Vamos a la pirámide. Comienza una nueva era en la historia. Ja, ja, ja….
(Se marchan los tres con
Cleopatra y ríen de forma escandalosa. Enseguida vemos a Críspula y a los dos
niños muy preocupados. Están vestidos con túnicas Egipcias.)
ANTONIO.-
¿Qué hacemos ahora? Eh, Juan, parece que te has escapado de un jeroglífico. Si
ya eres feo vestido del siglo veinte con esta pinta estás para echarte una
foto.
JUAN.-
No te rías, tú también estás ridículo. Sin embargo mira Críspula. Está
guapísima. ¿Qué dices Críspula? ¿Vamos a ir a la pirámide? Dicen que quien
entra allí no puede salir nunca.
CRÍSPULA.-
Si esos entran y salen, también nosotros podremos entrar y salir. Además
tenemos mi magia. Pero tenemos que pensar un plan meticulosamente. Creo que les
vamos a dar una lección que no olvidarán jamás. Venid conmigo y os lo
explicaré.
(Salen también los tres y la
habitación se queda vacía. Mejor nos vamos a la pirámide para ver qué sucede
allí. ¿Vale?)
5.
EN LA PIRÁMIDE
(Ya estamos en la pirámide. Todo
resulta muy siniestro. Hay jeroglíficos en las paredes. Hay también hasta algún
que otro sarcófago donde seguramente estarán las momias. Allí está la pobre
Cleopatra en manos de esos que ya sabemos.)
MALARTARI.-
Estás acabada, querida hermana. Aquí te quedarás haciéndole compañía a las
momias. Nosotros mientras nos encargaremos de hacer el trabajo que tú no
quieres. Sí, nosotros haremos la guerra, empezando por Roma. Tenemos que
devolverle al pueblo egipcio su dignidad.
CLEOPATRA.-
Hermana, sé que no sabes lo que estás haciendo. Si me dejas en libertad te
perdonaré, no tomaré represalias. Pero si insistes en tenerme secuestrada,
tarde o temprano vendrán mis guardias a salvarme y los cuatro lo pagaréis muy
caro.
MALARTARI.-
Habéis oído chicos. Ha dicho que lo pagaremos caro. (Se ríen los cuatro a carcajada limpia.)
RATÉS.-
¿Te crees que somos estúpidos? Lo tenemos todo atado y bien atado, como tú,
preciosa reina.
MENTIRAFIS.-
Es que tienes que quedarte aquí porque no nos dejas coger buenos botines para
conquistar a Bisis. Pero te prometo que cuando ataquemos a Julio César yo le
diré que lo amabas.
CLEOPATRA.-
No podéis hacer eso. Nuestros tratados de paz están dando prosperidad a Egipto
y al mundo entero. La guerra es la muerte, es la destrucción. Además, el
ejército romano es muy poderoso.
DEMONÓN.-
¿Dónde está esa prosperidad? Eres muy ingenua querida reina. La guerra es el
poder, es la gloria. Por eso es poderosa Roma.
MALARTARI.-
Aquí te quedarás. Vamos, que tenemos mucho trabajo por hacer.
(Se van los cuatro y Cleopatra
se queda sola, atada.)
CLEOPATRA.-
No puede ser. Yo estoy aquí sin poder moverme y el mundo está en peligro.
(De repente aparece Críspula con
los dos niños, los tres con sus ropas egipcias. Cleopatra se lleva un susto
tremendo. Ellos se postran ante la reina
y hablan sin mirarle a la cara.)
CRÍSPULA.-
Majestad, me llamo Críspula y he venido con estos dos niños a ayudarla a
resolver sus problemas.
CLEOPATRA.-
Espero que nunca vuelvas a pegarme un susto como este. Casi me da un infarto.
Tenemos que hacer algo enseguida, el mundo está en peligro, no debí de confiar
en mi hermana Malartari.
JUAN.-
Me permite su excelsa majestad que levante la cara.
CLEOPATRA.-
¿Cómo? ¿Pretendes mirarme?
JUAN.-
Es que eres tan bella.
CLEOPATRA.-
Eres un niño muy atrevido. Pero ahora no puedo enfadarme. Está bien podéis
levantaros. Y de paso, me desatáis. Tenemos que actuar enseguida.
(La desatan)
CRÍSPULA.-
Yo tengo pensado un plan. La pirámide nos va a permitir darle a esos cuatro una
lección que les quitará para siempre las ganas de la guerra.
ANTONIO.-
Además Críspula es un hada.
CLEOPATRA.-
¿Qué es un hada?
CRÍSPULA.-
Soy un ser mágico. Con esta varita y diciendo las palabras correspondientes puedo realizar auténticos
encantamientos.
CLEOPATRA.-
¿Eres una hechicera?
CRÍSPULA.-
Pero únicamente para hacer el bien.
CLEOPATRA.-
Reconozco que es una suerte que os hayáis cruzado en mi camino.
CRÍSPULA.-
Tenemos que conseguir que esos vuelvan otra vez a este lugar. Para eso usaré mi
magia.
CLEOPATRA.-
¿Qué vas a hacer?
JUAN.-
Hará que se crucen los pasadizos. Va a ser muy divertido.
ANTONIO.-
Cuando lleguen aquí será lo mejor.
CRÍSPULA.-
Vamos, todo el mundo a sus puestos.
CLEOPATRA.-
Pero yo no tengo ningún puesto.
CRÍSPULA.-
Tú vendrás conmigo. Risa risible vamos a parecer gente invisible. (Movimiento de varita)
CLEOPATRA.-
Me temo que no ha funcionado. Yo os sigo viendo.
JUAN.-
Es que nosotros sí nos vemos pero ellos no nos verán.
(Se retiran. Entra Ratés. Está
muerto de miedo.)
RATÉS.-
¡Ay de mí! No sé qué ha pasado, pero estoy perdido. Ay, ay… me moriré en este
terrible lugar.
(Uno de los sarcófagos se abre y
queda al descubierto la momia. Ratés se queda sin habla. La momia avanza hacia
él. Empieza a sollozar. Se tira al suelo.)
RATÉS.-
No me haga nada señora momia, haré lo que me pida.
MOMIA.-
No soy señora, imbécil, soy señor.
RATÉS.-
Perdón señor momia. Pero así suena muy mal. ¿Qué estoy diciendo? Ay, perdón,
señor. No me haga nada.
MOMIA.-
Tengo que comerte. Hace mucho tiempo que no como nada. Me encanta el sabor tan
agridulce que dejan en el paladar los amantes de la guerra.
RATÉS.-
Yo no soy amante de la guerra y además estoy enfermo, se pondría mal, señora
momia, digo, señor.
MOMIA.-
No me puedo poner mal porque estoy muerto.
RATÉS.-
Por favor no me coma, le prometo que ya no soy amante de la guerra.
MOMIA.-
Veo que no mientes. Se te han quitado las ganas de la guerra de repente y así
no estarás sabroso. Esperaré a que venga alguien más.
(Se mete en el sarcófago. Llega
Demonón. Se encuentra a Ratés temblando de miedo.)
DEMONÓN.-
¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás? Pero, si aquí fue donde dejamos a
Cleopatra. ¿Por qué no está? ¿Ha huido?
(Ratés le hace señas, todavía
está casi llorando, para indicarle que hay una momia en el sarcófago, pero
Demonón no se entera. Ratés no puede articular palabra porque todavía está
aterrorizado. Alguien se acerca con pasos siniestros, espeluznantes. Entra
Juan, pero actúa de forma extraña, como si fuera un zombi)
DEMONÓN.-
¿Qué haces tú aquí? ¿Quién eres? ¿Cómo has llegado hasta este lugar?
JUAN.-
(Habla con voz fantasmal) Soy un
engendro, un hijo de la guerra. Me llamo Destrucción. Todo lo que hay en mí es
odio y muerte. Vengo en tu busca porque sé que tú me quieres, serás cómo un
padre para mí.
(Ratés se aleja muerto de miedo
hacia la pared donde se queda pegado y tirado al suelo, su rostro es de
verdadero espanto. Demonón está confuso. Juan se acerca a él y le tiende la
mano.)
DEMONÓN.-
¿Qué haces niño estúpido? Yo no puedo querer a nadie, yo no puedo se padre de
nadie.
JUAN.-
Por eso te necesito. Tengo que alimentarme con tu odio.
DEMONÓN.-
Yo… no puedo darte nada…
(Se vuelve a abrir el sarcófago
y sale la momia de nuevo. Se dirige a Demonón. Ratés da un grito terrible.
Demonón se queda sin palabras, se tira al suelo y llora desesperado.)
MOMIA.-
Este sí que huele a amante de la guerra. Me voy a dar un festín.
RATÉS.-
Eso, eso, mejor te comes a éste y a mí me dejas en paz.
DEMONÓN.-
No, piedad, no me hagas nada señora momia. Yo no soy amante de la guerra.
MOMIA.-
¡Y dale con señora! ¡Soy señor! Vaya ya está desapareciendo el buen olor. Te dejaré. Esperaré a ver si con
el próximo tengo más suerte.
(La momia vuelve al sarcófago,
Juan se queda inmóvil. Llega Mentirafis.)
MENTIRAFIS.-
No sé lo que ha sucedido pero de repente me he perdido. Ha sido como si se
hubieran cruzado los pasadizos. Menos mal que os he encontrado. ¿Qué os pasa?
(Los dos están aterrados y no
pueden articular palabra, señalan a Juan y al sarcófago murmurando sonidos sin
sentido. Juan permanece inmóvil. Aparece Críspula con aire fantasmal.)
CRÍSPULA.- Por fin te encuentro. Tenía tantas ganas de
verte.
MENTIRAFIS.-
Pero si yo no te conozco.
(Los otros dos están temblando,
de vez en cuando se pegan un susto.)
CRÍSPULA.-
Me conoces mejor de lo que crees. Tú me amas, por eso soñaba con encontrarte y
sabía que vendrías aquí.
MENTIRAFIS.-
Yo no te amo, yo amo a Bisis. No sé quién eres ni me interesa.
CRÍSPULA.-
Me llamo Violencia y tú me amas porque todo el que ama la guerra me ama a mí.
Bisis no podrá amarte porque tu corazón es mío.
MENTIRAFIS.-
Yo no amo la guerra, es que estos me han metido en ese lío. Por favor, no
hables de esa manera que me está dando miedo. Y vosotros dos no os quedéis ahí
parados decidle algo.
MOMIA.-
(Desde el sarcófago) Este no huele a
guerra. A este paso me voy a quedar sin merienda.
MENTIRAFIS.-
¿Qué ha sido eso? ¿Quién ha hablado? Mamá.
(Llora muerto de miedo y se pega
también a la pared. Entra Malartari.)
MALARTARI.-
¿Dónde os habéis metido? ¿Por qué habéis vuelto a este lugar? Pero sí aquí tenía
que estar la estúpida de mi hermana. ¿Qué hacéis con esa cara de bobos? Menudo
hatajo de inútiles.
(Críspula hace con disimulo un
movimiento de varita. Entra Antonio. También actúa como un zombi y habla con
voz fantasmal.)
ANTONIO.-
Malartari, tú me has engendrado. Mi nombre es Crimen. He surgido gracias a tu
odio y a tu hambre de guerra. Ahora vengo para quedarme siempre contigo.
MALARTARI.-
¿Qué dices niño estúpido? Yo nunca, óyeme bien, nunca he sido cariñosa con los
niños. Sois insoportables.
ANTONIO.-
Por eso mismo. Ahora tendrás que soportarme.
(Nuevamente sale la momia y se
dirige a Malartari que la mira confusa)
MOMIA.-
Aquí huele muy bien. ¿Dónde está ese dulce bocado.
ANTONIO.-
Ésta es.
MALARTARI.-
¿De qué estáis hablando? ¿Qué broma es esta?
MOMIA.-
Ayudadme, sujetadla para que no escape. Yo no quiero quedarme sin cenar.
(Se acercan todos, incluidos
Ratés, Demonón y Mentirafis y sujetan a Malartari. La momia hace ademán de
comérsela. Malartari empieza a llorar desconsolada.)
MALARTARI.-
No me hagáis nada. Por favor. ¡Cleopatra! ¿Dónde estás? Ven y ayúdame.
(Entra Cleopatra)
CLEOPATRA.-
Aquí estoy. ¿Por qué tengo que ayudarte?
Recuerda que hace un rato me tenías atada y pensabas dejarme morir aquí.
MALARTARI.-
Seré buena. Por favor ayúdame.
CLEOPATRA.-
Está bien. Podéis dejarla.
(De pronto todos se quedan
quietos, la momia se retira lentamente a su sarcófago. Los cuatro que ya
conocemos dan un grito y salen corriendo. Críspula, Cleopatra y los niños se
divierten viendo como se van aterrorizados.)
DEMONÓN.-
(Mientras huyen)Eh Ratés, me las vas
a pagar. Le dijiste al monstruo que me comiera.
MALARTARI.-
Y a mí me habéis sujetado para ponérselo más fácil. Cuando estemos lejos de
aquí me encargaré de todos vosotros.
(Se quedan los buenos solos)
CRÍSPULA.-
A estos ya se les han terminado para siempre las ganas de hacer la guerra.
CLEOPATRA.-
Muchas gracias Críspula. ¿Cómo podré agradeceros lo que habéis hecho por mí? Sí
queréis os daré grandes riquezas.
CRÍSPULA.-
Sólo quiero que me permitas ver una clave que hay escrita en el interior de tu
anillo.
CLEOPATRA.-
Puedes quedártelo si quieres.
JUAN.-
Eso, así tendremos un recuerdo de esta aventura.
CRÍSPULA.-
No, Juan. El anillo debe quedarse aquí. Recuerda que estamos en un tiempo
pasado.
CLEOPATRA.-
¿En un tiempo pasado?
CRÍSPULA.-
No puedo darte muchas explicaciones. Pero es así. No nos llevaremos el anillo.
ANTONIO.-
Vaya rollo. Con lo que yo podría fardar con el anillo de Cleopatra.
(Cleopatra le permite a Críspula
ver el interior de su anillo. Críspula da un pase con la varita sobre el
mismo.)
CRÍSPULA.-
Muchas gracias excelsa reina. Ha sido un placer conocerte. Te sacaremos de aquí
y nosotros nos marcharemos. Tempo temporum, barra barrorum, cada uno volverá a
su casa.
6.
OTRA VEZ EN CASA
ISA.-
Por fin habéis vuelto. Yo confío en ti Críspula, pero no podía evitar estar
preocupada. Compréndelo. Nunca he tenido a mis hijos a más de dos mil años de
distancia.
CRÍSPULA.-
Bueno, ya te contarán ellos todo lo que nos ha sucedido. Pero ahora vamos a
terminar el trabajo. Guardad silencio que voy a decir las palabras mágicas.
Vola volando, voltea volteando, todo volverá. Libros escuchadme, seréis como
siempre buenos maestros para los niños. Ahora la varita así, así.
(Vuelve a aparecer el mensaje
pidiendo la contraseña. Críspula lanza la varita y se marca el código, un
conjunto de letras y números. Aparece un nuevo mensaje: “Contraseña aceptada,
el contrahechizo ha sido realizado con éxito.”)
JUAN.-
Qué bien. Voy corriendo para ver si los libros vuelven a ser buenos.
ANTONIO.-
Yo, ahora si te digo la verdad no me voy a poner a leer. No hay ganas.
JUAN.-
Sí vuelven a ser como antes. Gracias Críspula.
CRÍSPULA.-
Gracias también a vosotros. Sin vuestra ayuda, tal vez no lo habría conseguido.
ISA.-
Bueno, vamos a tomarnos algo.
(Dejamos a nuestra adorable
familia porque es interesante que veamos la reacción de Magnapia y los suyos.)
PERVER.-
Magnapia, estoy recibiendo ondas que me dicen que Críspula ha deshecho tu
hechizo.
MALEVOL.-
Tu clave secreta no ha servido para nada.
TENEBRO.-
Hemos fracasado. No ha sido buena idea dejar las pistas.
MAGNAPIA.-
Ja, Ja, Ja, no os habéis enterado de
nada.
MALEVOL.-
¿A qué te refieres?
MAGNAPIA.-
La pistas… los libros… todo ha sido para tenerlos ocupados con esto. Así he
podido realizar el verdadero hechizo. Ya veréis. He hechizado la televisión y
los dibujos animados. Dejarán de dar buenos ejemplos y de trasmitir mensajes
educativos. Estarán llenos de violencia, serán maleducados y groseros, dirán
palabrotas, enseñarán el culo… ya veréis. A los niños les encantarán. No se
librarán de nuestra influencia.
(Mientras se ríen con terribles
carcajadas, nos despedimos de esta aventura.)